11 de mayo 2025
Evangelio de Juan 10. 22-30: cuarto domingo de Pascua
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
Reflexión
El Evangelio de hoy nos recuerda lo que el mismo Cristo manifestó: «Yo y el Padre uno somos» (Juan 10:30). De esta manera, nos revela claramente su divinidad y su relación íntima con Dios. Esta unidad se manifiesta no solo en palabras, sino también en sus obras y enseñanzas.
También se nos recuerda que Jesús se presenta como el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y ellas le siguen. Para ello, es importante escuchar la Palabra de Dios, pues solo a través de ella podremos asimilar su perfil.
Hermanos y hermanas, si sabemos y reconocemos a Cristo como nuestro Buen Pastor que nos conoce y nos ama, confiemos y escuchemos su Palabra, practiquemos sus enseñanzas y dejémonos guiar por el perfil de Cristo, pues solo por Él y en Él tendremos vida eterna.
Ojalá sea así. Gracias por vuestra atención.
Rvdo. P. José A. J. Rojas