Evangelio: Domingo de Ramos

13 de abril de 2025

Reflexión

De este testimonio de vida y de fe de Lucas, me conmueven las palabras de Jesús hacia Simón: “Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos”.

Creo absolutamente que Jesús me las está diciendo a mí, mirándome a los ojos; pero, a diferencia de Simón, soy absolutamente incapaz de decirle que estoy con Él y que estaría dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte…

Mi fe es temblorosa; mi fe es un camino empinado con muchos recovecos, con malas hierbas; es un inmenso desierto, árido, seco… En ese desierto solo hay un oasis: Tú.

Cantará el gallo cientos de veces antes que te haya negado, pero me aferraré a la confianza que depositaste en mí para no desfallecer y hacerme fuerte por Ti y por todos mis hermanos.

Quiero subir contigo al monte de los Olivos y rezar contigo para no caer en tentaciones. Te veo rezar en silencio y yo, yo me quedo dormido. ¿Por qué duermes? Me preguntas. Y no sé qué contestarte.

Aparecen unos hombres y te arrancan de mi vera. Te llevan detenido. ¿Y ahora qué? -me pregunto.

Pasadas unas horas he sabido que has sido llevado ante Pilato, tratado con desprecio, golpeado, interrogado y finalmente condenado. Simón de Cirene, las Hijas de Jerusalén y una gran multitud de personas han salido a tu encuentro, unas para llorarte, otro para llevar tu pesada cruz y los más, para insultarte.

Yo te he visto pasar. El miedo frente a tu dolor me ha paralizado: ni siquiera he podido mirarte a la cara. Ese viacrucis tuyo es el camino de mi liberación interior.

Ahora Jesús, que estás en la cruz a punto de entregar tu exhalar tu último aliento, me atrevo a suplicarte ¡acuérdate de mí cuando estés en el paraíso!

Te oigo susurrar “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, las tinieblas vinieron sobre toda la región y el sol se oscureció. Y después ¡el vacío! Mi corazón ha quedado roto, como el de las mujeres que me acompañaban al pie de tu cruz. Yo no he sido capaz de derramar una lágrima, ni de darme golpes de pecho…

Pero algo ha sucedido. Algo que hace que quiera salir a tu encuentro y al de mis hermanos. Es esa fe, que es pequeña y temblorosa, pero es la mía, la que confía a pesar de las embestidas de ese que quiere apartarme de Ti. Jesús, ¡te has entregado por mí!

Confío en tu palabra, en tus actos de amor y, como muchos, aguardo el Reino de Dios. Que se haga tu voluntad.

J. Carlos López

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.
Privacidad