20 de abril de 2025
Juan 20. 1-18
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. Los dos discípulos se volvieron a casa.
Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».
Reflexión
En nombre de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, hoy contemplamos el amanecer de la Pascua para celebrar el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Al salir de la noche, recibimos la aurora que trae consigo la resurrección, esa luz gloriosa que transforma nuestras vidas. Luz resucitada y resucitadora.
Como María Magdalena, todos nosotros comenzamos nuestro camino en medio de la oscuridad. Muchas veces, la visión de la tumba vacía puede despertar en nosotros una profunda crisis existencial, un sentir de pérdida y vacío. Pero, mis hermanos y hermanas, en este momento de incertidumbre, encontramos una oportunidad: el encuentro con el Resucitado. Este encuentro no sólo nos llena de esperanza, sino que también enciende en nuestros corazones la llama de Su amor eterno.
Hoy, como a Maria, Él nos llama a cada uno por nuestro nombre, dándonos a una misión que trasciende nuestras limitaciones. La invitación a vivir el «Kerigma», el anuncio de la salvación fruto del triunfo de la vida.
La resurrección de Cristo significa que la muerte ha sido vencida, y con ella, todas las sombras que ensombrecen nuestras vidas. ¡Verdaderamente ha resucitado! Y el Señor elige manifestarse primero a una mujer, esto nos habla directamente a aquellos que muchas veces nos sentimos marginados o excluidos. En María Magdalena, cada uno de nosotros encuentra representación: los olvidados, los que habitan en las periferias de nuestra sociedad, incluso dentro de nuestras comunidades eclesiales.
Así como María fue elegida para ser portadora de la buena nueva, nosotros también somos llamados a proclamar con urgencia y alegría a nuestros hermanos y hermanas: ¡Cristo está vivo! ¡Cristo ha vencido a la muerte! Y la vida que Él trae es un regalo destinado a cada uno de nosotros, sin excepción.
“¡Bendita la mañana que trae la noticia de tu presencia joven, en gloria y poderío! La serena certeza con que el día proclama que el sepulcro de Cristo está vacío.” Que esta verdad resuene en nuestros corazones y se manifieste en nuestras acciones diarias.
En este tiempo de Pascua, les invito a abrazar esta luz renovadora. Compartan la noticia de la resurrección, vivan en la alegría que ésta trae y recuerden que cada vez que se sientan perdidos, hay una voz que les llama por su nombre, invitándoles a renacer en Su amor.
Que tengan una bendecida Pascua de Resurrección.
Que tengan Paz.
Rvdo. P. Miguel A. Bruchmann