Segundo Domingo antes de Adviento
Domingo del Recuerdo
La Palabra de Dios
Lucas, 21. 5-19
Y como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra Jacob Van Etten
El templo era un edificio impresionante. El viajero que se acercaba a Jerusalén lo veía brillar desde lejos, porque grandes partes del templo eran de mármol y otras estaban recubiertas en oro puro. No era de extrañar que hubiera un grupo de visitantes comentando este espectáculo visual. Parecía que el templo les daba un atisbo de gloria eterna.
Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Nosotros también podemos sentir que algún lugar o cosa nos eleva a un estado espiritual diferente. Jesús reconoció esto. Para Él, el templo era un lugar sumamente sagrado. Por eso, había echado del templo a los comerciantes que hacían del sacrificio una transacción comercial, cuando tenía que ser un acto íntimo y personal (Lucas 19:45-48). El culto del templo debía ser totalmente dedicado a Dios, desde el corazón.
Pero es muy fácil equivocarnos si pensamos que las cosas espirituales, o los lugares sagrados, por ellos mismos poseen la eternidad. Cuando hay cambios fuertes nos agarramos a ellos para resistir el cambio. Muy poco después de que Lucas escribiera este evangelio, el futuro emperador Tito sitió Jerusalén. Muchos judíos defendieron hasta el último momento el templo o se suicidaron. La intención de estos fieles era noble, seguramente, pero las cosas sagradas reciben su esplendor desde nuestro interior. El templo era sagrado por la presencia de Dios en el culto sincero a Él. No era por el edificio en sí.
Para Jesús, el templo, a pesar de su esplendor, era algo pasajero. Él sabía incluso antes de su destrucción que era un edificio temporal. Lo eterno no está en las cosas materiales, ni siquiera en las cosas más sagradas. En tiempos de cambio e inseguridad, que ahora estamos viviendo, es importante recordar esto.
Incluso cuando nos atacan en lo que más valoramos, las personas no nos pueden afectar en nuestra relación con Dios. La vida de Jesús lo demuestra. No pudieron destruirlo, incluso matando su cuerpo. Jesús demostró que su ser más interior era lo eterno, lo que nadie podía capturar o destruir.
Lo constante es nuestro interior. ¿Y si atacan nuestro interior? Jesús dijo que cuando las personas atacan nuestro interior, Él nos protegerá. Cuando seamos atacados, Jesús nos dará las palabras para defendernos. Son sus palabras de amor, que vienen de la certeza de que Dios nos ama, en cualquier lugar o circunstancia.
Creo que el pasaje de hoy tiene mucha relación con el poema más conocido de Santa Teresa…
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.
Oración para la semana:
Señor celestial,
anhelas la salvación del mundo:
revuélvenos de la apatía,
refrénanos de los excesos
y reaviva en nosotros la esperanza,
de que toda la creación será curada un día
en Jesucristo nuestro Señor. Amén.