La Palabra de Dios
XVIII Domingo después de Trinidad
Lucas, 18. 1-8
Les decía una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra J. Carlos López
La oración siempre tiene consecuencias positivas. Pensar que nuestro Padre está ahí, para escuchar nuestras súplicas, o para solicitar su ayuda, siempre me ha parecido un acto de humildad y de amor. Nos hacemos humildes al arrodillar nuestros corazones y abrimos nuestras almas al amor de Dios.
Él siempre escucha, pero nuestros oídos, las más de las veces, se ensordecen para no escuchar las palabras de Dios, los susurros de su voz que con amor y ternura nos musita.
Muchas veces suplicamos como esa viuda que, insistente, se plantaba ante el juez para pedir justicia. Una mujer sola e indefensa utiliza el único recurso que le queda: la persistencia, el firme deseo de obtener un beneficio que alivie sus pesares.
Otras veces somos jueces implacables que, “o bien no tememos a Dios o no nos importan los hombres”. Realmente no somos testimonios vivos de Jesús cuando volvemos la cara a quien nos necesita, cuando desoímos las súplicas de nuestros hermanos. Tampoco lo somos cuando actuamos con frialdad y desdén ante situaciones de caridad.
La viuda tocó la puerta una y otra vez hasta que le fue abierta. El juez impartió justicia para que no le molestara más… Dios siempre está, siempre escucha, siempre es paciente y misericordioso, jamás se esconde, ni se muda. Está ahí, arriba, abajo, más cerca, en la distancia, en la alegría, en la queja, en el disgusto, en el llanto, en la tragedia, en el amor, en medio de nuestras súplicas. Él siempre nos hace justicia, nos templa y nos reconforta.
Jesús nos invita a orar sin desfallecer. Oremos, oremos una y otra vez. Amén
Oración para la semana:
Dios, nuestro juez y salvador,
enséñanos a estar abiertos a tu verdad
y a confiar en tu amor,
para que vivamos cada día
con confianza en la salvación que se nos da,
por Jesucristo nuestro Señor. Amén.