La Palabra de Dios
V Domingo después de Trinidad
Lucas 10. 38-42
Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra Francis Ortiz, Guardián de San Jorge
Tenemos hoy un breve pero delicioso texto del evangelio de Lucas: la visita de Jesús a Marta y María. En Lucas, el rasgo que se destaca de Jesús es su compasión, su inclinación por los necesitados: los pobres, los enfermos, los perdidos, las mujeres, los niños. Se sabe que Jesús era una persona muy avanzada para su tiempo. Él tenía siempre un caudal de ternura en sus palabras, en sus atenciones a los demás. Su empatía era genuina. La relación de Jesús con las mujeres fue muy especial.
En este episodio de la visita a Marta y María lo vemos. Jesús visita la aldea de Betania, donde vive la hermana de Lázaro. Me conmueve en especial la actitud de ella, “sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra”. Vemos aquí dos actitudes muy distintas, la de quien atiende a lo mundano, sin ver al “otro”, y la de quien saborea el mensaje del Espíritu (ruha en árabe). Y es que el reto de hoy en día está en escuchar al otro. Cuando no prestamos atención, entonces el yo se fortalece. La Marta atareada sólo se está atendiendo a sí misma y no tiene tiempo para el otro. De ese modo su corazón es incapaz de escuchar, se debilita y se pierde.
Pero la razón de ser de nuestro corazón es latir ante el otro. María hace del escuchar a Jesús un poner el corazón en sus manos. Para ella Jesús es un regalo, la dádiva de Dios. El trae a ella la shejináh, palabra hebrea que significa la presencia divina. En árabe sería la sakîna, o sea, la gran paz. Pues quien llega a su puerta es Jesús, llamado rabbí, maestro, aquél que es portador de la paz de espíritu.
En el Pistis Sophia, logia 139, se dice: “Magdalena dijo a Jesús: no me canso de hacerte preguntas. No te molestes si te lo pregunto todo”.
Oración para la semana:
Dios todopoderoso,
haz descender sobre tu Iglesia
las riquezas de tu Espíritu,
y enciende, en todos los que ministran el Evangelio,
tus innumerables dones de gracia;
por Jesucristo nuestro Señor. Amén.