Pintura que describe el sueño de San José

Cuarto Domingo de Adviento

La Palabra de Dios

Mateo, 1. 18-25

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús.


Reflexión

Hoy nos ofrece la reflexión de la palabra Francis Ortiz, guardían de San Jorge

Tenemos hoy un texto del evangelista Mateo. Con él nos adentramos aún más en el tiempo de Adviento, un momento de espera vigilante. Es la ocasión para los creyentes de ir al encuentro de lo “qudsí”, palabra árabe que significa lo insondable, lo inefable. En la liturgia de Adviento María de Nazaret se presenta en los pasajes correspondientes al cuarto Domingo, sola o acompañada por José su esposo.

Una mujer judía, Maryem, madre de Jesús, ha devenido una figura de enorme potencia espiritual para cristianos y musulmanes. En Mateo nos encontramos ante el misterio de la Anunciación. No es este el sitio para debatir sobre ello, pero hay algunos elementos que merecen nuestra atención.

«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».

Se dice que María concibe a Jesús por obra y gracia del Espíritu (Ruha en arameo). En el Evangelio de Felipe se habla de ello: ¿cuándo una mujer ha podido concebir de otra mujer? Aquí se cuestiona al Espíritu Santo. Se sabe que el llamado Ruha es un elemento tomado de la religión zoroastriana. Este Espíritu es el soplo divino, aquel que nos lleva al impacto con lo sagrado.

Por otro lado, el Evangelio del Pseudo Mateo nos dice que María era visitada por ángeles en el templo. Ella fue presentada, siendo niña, a los sacerdotes del Templo. Los malaika, es decir, los ángeles, la cuidaban y alimentaban. Ella fue una estudiosa del Tanaj y de la Torá. Aquí se levanta el velo de una virgen nada pasiva, de una mujer cuya erudición pasó al hijo, a Jesús.

En cuanto a la presencia del ángel, es otro de los aspectos más misteriosos del pasaje de Mateo. El ángel, o malak en hebreo, es el enviado de los Elohim, el Dios. Pero no eran seres incorpóreos, de hecho, fue un ángel quien luchó con Jacob. Estos seres comían y bebían. Ademas, los embarazos insólitos son habituales en la Biblia: Isabel, Ana y María quedan encinta después de ser visitadas por ángeles. Del zoroastrismo nos ha venido la idea de un ángel no corpóreo. De esas inteligencias angélicas de origen persa vienen nuestros angelitos.

Termino esta reflexión queriendo subrayar que la Anunciación no es un mero acto pasivo, sino que hay una participación responsable de María y de nosotros mismos. Lo que ella está gestando pide también vibrar con la Vida. Su evolución espiritual, tras recibir el soplo, el Ruha del ángel, es también nuestra propia evolución. Amén.


Oración para la semana

Dios eterno,

como María esperó el nacimiento de tu Hijo,

así nosotros esperamos su venida en gloria;

llévanos a través de los dolores de parto de este tiempo

para ver, con ella, nuestra gran salvación

en Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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