La Palabra de Dios

XV Domingo después de Trinidad

Lucas 16. 19-31

El rico y Lázaro

Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos.


Reflexión

Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra Francis Ortiz, Guardián de San Jorge

Tenemos hoy un texto muy especial del evangelio de Lucas, LC 16, 19-31, El hombre rico y Lázaro, el pobre. En Lucas la fuerza del Espíritu es narrada como anuncio de esperanza.

En este episodio se describe en términos dramáticos la situación de dos hombres. A pesar de la advertencia de Abrahán, que le dice al rico “recuerda que ya recibiste tus bienes durante la vida”, este se encuentra en los infiernos, entre las llamas. En cambio es Lázaro el que, abducido por los malak (ángeles en hebreo) es llevado al seno de Abrahán y allí consolado.

Pintura que describe el pasaje del Evangelio del rico y el pobre Lázaro

Sigue en el episodio un diálogo patético entre el ajusticiado rico y el bueno de Abrahán, donde encontramos que no hay modo de negociar con el resultado de nuestras malas acciones. Y encontramos aquí que el Nazareno vuelve a restallar el látigo contra los avariciosos, como cuando dice en Lc 12,15: “aunque se nade en la abundancia, la vida no depende de las riquezas”. Nada salva pues del Erebo, del Yahanam (infierno musulmán) a quien obra de manera inmoral. Pues también se nos dice en Lc 16, 26: “entre vosotros y nosotros se abre un gran abismo”.

Hay pues una honda pero clarísima reflexión en Lc 16. Para los hombres de 2022 es sencillo entender lo que narra Lucas, lo que la tradición profética nos indica desde siempre: levantar a los Lázaros de la tierra, fertilizar con nuestra riqueza la escasez del Otro, y dar siempre las gracias al Altísimo, al Sustentador. Así está además dicho en un texto que me gusta en especial. Se trata del Corán, cuya azora Al Kauzar nos dice: “En verdad, te hemos concedido abundancia de bienes; reza, pues, a tu Señor y ofrece sacrificio”. Resulta curioso que esta palabra árabe, Kauzar, significa también una persona que posee mucho bien y que da mucho y a menudo. Pues no sólo es virtuoso el que mucho tiene y da, sino el hombre que en su pobreza no deja sin pan al hermano, al Otro. Esa debe ser nuestra tarea, esa, la fuerza del Espíritu.


Oración para la semana:

Señor Dios,

defiende a tu Iglesia de toda falsa enseñanza

y da a tu pueblo el conocimiento de tu verdad,

para que podamos disfrutar de la vida eterna

en Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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