La Palabra de Dios
XI Domingo después de Trinidad
Lucas 14:1, 7-14
Sucedió que un sábado Jesús fue a comer a casa de un jefe fariseo, y otros fariseos lo estaban espiando.
Los invitados a un banquete
Al ver Jesús cómo los invitados escogían los asientos de honor en la mesa, les dio este consejo:
—Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, pues puede llegar otro invitado más importante que tú; y el que los invitó a los dos puede venir a decirte: “Dale tu lugar a este otro.” Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. Al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: “Amigo, pásate a un lugar de más honor.” Así recibirás honores delante de los que están sentados contigo a la mesa. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.
Dijo también al hombre que lo había invitado:
—Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque ellos, a su vez, te invitarán, y así quedarás ya recompensado. Al contrario, cuando tú des un banquete, invita a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos; y serás feliz. Pues ellos no te pueden pagar, pero tú tendrás tu recompensa el día en que los justos resuciten.
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra Jacob van Etten
¿Era Jesús un aguafiestas? Le gustaban las fiestas, pero ahora parece hacer comentarios un tanto amargos. Seguro que esos invitados a la casa del fariseo eran buenas personas. Al escoger sus asientos, pensaban lógicamente. Cada uno en su sitio. ¿Qué hay de malo en eso?
Jesús usa la situación para reflexionar sobre cómo pensamos al hacer eso. No empieza a criticar a los invitados, nos pone en una situación hipotética. Imagínate que estamos en una boda… Imagínate que al escoger nuestros lugares estuviéramos hablando mucho sobre quién es más o menos importante. Pero parece que nos olvidamos que todos estamos invitados por el anfitrión. Repartimos los asientos como si dependiera de nosotros. Pero nuestro lugar depende totalmente del anfitrión. Aunque todavía no ha llegado a la fiesta, es él quien nos ha invitado aquí. Estamos actuando como si esa invitación no fuera un regalo.
Lo que me encanta de Jesús es que hace filosofía de la vida de las sillas y no se queda a nivel de filosofías, traduce todo en acción. Si nos sentamos en el último lugar, nos aseguramos que sigue siendo un regalo. Si el anfitrión nos llama a un lugar mejor, realmente es porque nos desea tener cerca. Ese deseo y cercanía es el honor de verdad. El honor de verdad no está en la medalla sino en la persona que nos pone la medalla. Si nosotros robamos la medalla antes de la ceremonia, la medalla no tiene valor. Creo que si vemos todo en nuestra vida como un derecho a reclamar o mantener, la vida ya no tiene significado, pierde todo su color.
Tengo una cajita de madera. Es perfectamente posible que otro vea esa cajita como una baratija si la ve en nuestra casa. Lo que no sabe es que me la regaló mi abuela. Me conecta con ella, tiene un significado de amor. Ella la recibió de su hermana, que la trajo de Indonesia. La cajita es parte de toda una cadena de amor y tiene valor por eso.
Jesús dice que nosotros también podemos ser parte de esas cadenas de amor. Recibir todo como un regalo solo se hace realidad si también aprendemos a regalar de verdad.
Si vemos toda la vida como un regalo divino, si recibimos incluso nuestros propios logros como regalos, si sabemos regalar de verdad, la vida recobra color. Jesús no es aguafiestas, todo lo contrario. Nos hace ver la fiesta con otros ojos, para verla de verdad como… una fiesta!
Oración para la semana
Dios de la gloria,
el fin de nuestra búsqueda,
ayúdanos a dejar de lado
todo lo que nos impide buscar tu reino
y a dar todo lo que tenemos
para ganar la perla que no tiene precio,
por nuestro Salvador Jesucristo. Amén.