Segundo Domingo de Adviento
La Palabra de Dios
Mateo, 3. 1-12
Por aquellos días, Juan el Bautista se presenta en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo:
«Voz del que grita en el desierto:
“Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra el padre Javier Rojas
“Convertíos porque está cerca el Reino de los Cielos”
Nos adentramos en el segundo domingo de adviento, camino para prepararnos al acontecimiento salvador del nacimiento del Hijo de Dios. La Santa Palabra de este domingo nos hará reflexionar sobre una virtud (la misericordia) y una actitud (la conversión) indispensables para poder allanar los senderos y preparar los caminos que nos conducen al encuentro con el Salvador.
1. Nosotros somos hoy quienes estamos llamados y llamadas a preparar el camino con Misericordia (justicia)
“La misericordia y el amor se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán” Salmo 85:10. Cada vez que leo este texto bíblico trato de imaginar que maravilloso sería poder disfrutar de un mundo donde la paz y la justicia se puedan abrazar. Aristóteles decía que la justicia es sinónimo de equidad, dar a cada uno y cada una lo que le corresponde. Si bien su mirada está centrada en el mundo griego, no dista mucho de la concepción judeo-cristiana de justicia. En Isaías el concepto de justicia está íntimamente relacionado a la salvación ya que la salvación del hombre depende de su acción social.
La justicia es entendida en relación al otro y a la otra. Al comienzo del propio libro de Isaías leemos “…busquen el derecho, socorran al oprimido, defiendan al huérfano, protejan la viuda…” y ese mismo mensaje lo repetimos hoy en nuestras comunidades de fe, en nuestras vidas personales. Personalmente no puedo hablar de hacer justicia cuando no me preocupo por quien está a mi lado, más aún, pienso que la justicia, dentro de las Iglesias Cristianas, está totalmente sesgada a una cantidad de ideas históricas humanas que distan de la Palabra y del querer de Dios, donde nuestros fieles perciben el aroma de unos Pastores que se desvelan por el poder, el tener y el placer, olvidándose de ser pastores con aroma de ovejas.
“La misericordia y el amor se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán” Salmo 85:10
En un mundo que mira hacia el costado para evitar socorrer al necesitado, un mundo que grita por la paz y la justicia, nosotros estamos llamados y llamadas a anunciar la Justicia de Jesús. Adviento siempre es un momento especial en nuestras vidas, un momento de preparación para la venida del niño Dios. Pero en esa preparación personal y comunitaria debemos también poder anunciar la buena noticia del evangelio y denunciar las situaciones de opresión e injusticia que viven nuestros hermanos y hermanas, como también aquellas que los pastores de la Iglesia les hacemos vivir. Quienes hemos vivido situación de dolor, de injusticia, de discriminación podemos comprender lo que sienten aquellos y aquellas que son excluidas de emprender el caminar hacia el encuentro con el Salvador.
Nuestra vida de fe, nuestro compromiso con el evangelio exige que día a día trabajemos para que la “justicia y la paz se abracen”. Concienciar a nuestras comunidades e iglesias que el amor de Dios sobrepasa nuestros egoísmos y temores personales, es buscar que la paz y la justicia se abracen.
2. “Convertíos porque está cerca el Reino de los Cielos”
La justicia y la paz son producto de nuestra Conversión a Dios, al prójimo, a nosotros mismos y a la naturaleza.
La palabra «conversión» viene del latín conversio y significa «acción y efecto de dar vuelta o girar completamente,». Sus componentes léxicos son: el prefijo con- (junto, completamente), versus (dado vuelta, girado), más el sufijo -sión (acción y efecto).
Este llamado que nos hace el profeta, “Convertíos” es una invitación a descubrir la situación en la que nos encontramos frente a la Palabra Divina, a retomar nuestro caminar, a dar giro completamente si es necesario en nuestra manera de servir a Dios y a nuestro prójimo.
Todos los creyentes y ministros y ante todos aquellos que tenemos un servicio especial (clérigos) entremos en actitud de Conversión y hagamos de la Iglesia un espacio de salvación, de justicia y misericordia, que los primeros sean los últimos y servidores de Dios para su pueblo y siempre celebremos el gozo de que el Reino de los cielos está cerca de nosotros que no es una realidad lejana, extraña e inasequible a nuestra vida Cristiana, por tanto no empañemos esta realidad con nuestro actuar, pensar y sentir.
Termino esta reflexión invitando con las palabras del Apóstol Pablo quien desea mostrarnos que el Reino de los cielos está cerca cuando: …Flp.2,3-15 “No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la humildad de creer que los otros son mejores que él mismo. No busque nadie sus propios intereses, sino más bien preocúpese cada uno por los demás. Tengan unos con otros los mismos sentimientos que estuvieron en Cristo Jesús…. Amén
Oración para la semana:
Dios todopoderoso,
purifica nuestros corazones y mentes,
para que cuando tu Hijo Jesucristo vuelva
como juez y salvador,
estemos preparados para recibirlo,
que es nuestro Señor y nuestro Dios. Amén.