La Palabra de Dios

Mateo 9. 9-13, 18-26

Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores».

Mientras les decía esto, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y al verla le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado». Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó. La noticia se divulgó por toda aquella comarca. 


Reflexión

Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra el padre José A. J. Rojas

El Evangelio de hoy nos muestra lo decisiva y necesaria que es la fe y la confianza: «La fe sana, transforma y cura». Es la convicción que debería de tener todo cristiano, y si no es así pídele🙏con fe al Señor, que te fortalezca en la fe. Pues Jesús está presto siempre a nuestras necesidades. Cuando en nuestra vida haya una realidad difícil y humanamente no hay nada que hacer, Dios siempre puede más, y nos puede sorprender, pues sus obras son magníficas, su corazón bondadoso y se compadece de la humanidad doliente.

«¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida»

Tengamos confianza y dejemos que Dios haga su parte, «el hombre o la mujer que tiene fe, confía en Dios.
Incluso san Pablo, en un momento oscuro de su vida, decía: «Yo sé bien de quién me he fiado, ¡De Dios! … esto nos lleva a la esperanza».
La fe no solamente nos sana, la fe nos lleva a recibir la salvación integral de Dios; es por medio de la fe que Dios nos da la salud del cuerpo y del alma: tu fe te ha salvado.
El amor infinito de Dios no tiene medida, confía siempre en el Señor; la esperanza debe ser fuerte y valiente para confiar en el Señor.
Ojalá el Espíritu Santo fortalezca nuestra fe y confianza.
Gracias por vuestra atención.


Oración de colecta:

Dios de verdad

ayúdanos a guardar tu ley de amor

y a andar por caminos de sabiduría

para que encontremos la verdadera vida

en Jesucristo, tu Hijo. Amén.

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