Propio 23
Evangelio según Marcos 10. 17-30
En aquel tiempo, cuando Jesús se ponía en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme».
Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios». Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna».
Evangelho segundo Marcos 10. 17-30
Jesus saiu caminhando, quando veio alguém correndo, caiu de joelhos diante dele e perguntou: Bom Mestre, que devo fazer para ganhar a vida eterna? Disse Jesus: Por que me chamas de bom? Só Deus é bom, e mais ninguém. Conheces os mandamentos: não matarás, não cometerás adultério, não roubarás, não levantarás falso testemunho, não prejudicarás ninguém, honra teu pai e tua mãe! Ele então respondeu: Mestre, tudo isso eu tenho observado desde a minha juventude. Jesus, olhando bem para ele, com amor lhe disse: Só te falta uma coisa: vai, vende tudo o que tens, dá o dinheiro aos pobres e terás um tesouro no céu. Depois, vem e segue-me.
Ao ouvir isso, ele ficou pesaroso por causa desta palavra e foi embora cheio de tristeza, pois possuía muitos bens. Olhando em volta, Jesus disse aos seus discípulos: Como é difícil, para os que possuem riquezas, entrar no Reino de Deus. Os discípulos ficaram espantados com estas palavras. E Jesus tornou a falar: Filhos, como é difícil entrar no Reino de Deus! É mais fácil um camelo passar pelo buraco de uma agulha do que um rico entrar no Reino de Deus! Eles ficaram mais admirados e diziam uns aos outros: Quem então poderá salvar-se? Olhando bem para eles, Jesus lhes disse: Para os homens isso é impossível, mas não para Deus. Para Deus tudo é possível! Pedro começou a dizer-lhe: Olha, nós deixamos tudo e te seguimos. Jesus respondeu: Em verdade vos digo: todo aquele que deixa casa, irmãos, irmãs, mãe, pai, filhos e campos, por causa de mim e do evangelho, recebe cem vezes mais agora, durante esta vida – casas, irmãos, irmãs, mães, filhos e campos, com perseguições -, e no mundo futuro, vida eterna.
«Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme».
Reflexión
Queridos hermanos, hoy escuchamos el encuentro entre Jesús y un joven rico que busca la clave para heredar la vida eterna, curiosamente su paradigma consistía en «heredar». Este joven, lleno de entusiasmo, pregunta: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Su sinceridad es admirable, observemos que en su lógica, el Reino es algo que depende de su «hacer». «Heredar» y «hacer» son dos reflejos de un mismo paradigma que propone al hombre y no a Dios como iniciativa en el camino de la salvación. Pero la respuesta de Jesús es un desafío radical.
Cuando el joven le dice que ha cumplido los mandamientos, Jesús, mirándolo con amor, le señala una cosa que le falta: “Ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres.” Este llamado no se trata solo de renunciar a lo material, sino de despojarnos de todo lo que nos impide seguir a Cristo plenamente. Las riquezas, en este sentido, simbolizan nuestras ataduras y miedos que nos impiden experimentar la libertad de vivir para Dios y para los demás. Aquí también se nos invita a desapegarnos de sentirnos poseedores, convirtiéndonos en sujetos pasivos de la gracia que nos perfecciona, eleva y todo lo abarca. Es en este abandono donde encontramos la verdadera riqueza.
El joven se va triste, pues tenía muchas posesiones. Aquí, Jesús nos recuerda la dificultad del apego a lo material y cómo este puede cerrarnos al verdadero amor y a la verdadera vida. Cuando los discípulos preguntan quién puede salvarse, Jesús responde: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios; porque para Dios todas las cosas son posibles.” Esta es la buena noticia: aunque nuestras limitaciones son grandes, la Gracia de Dios es aún mayor.
Finalmente, Jesús promete que quienes lo siguen recibirán en esta vida cien veces más, además de la vida eterna. Este no es un llamado a una recompensa material, sino a descubrir la abundancia de vida que se encuentra en la relación con Dios y en el amor compartido con nuestros hermanos.
Hermanos, hoy somos invitados a reflexionar: ¿Qué nos impide seguir a Jesús con todo el corazón? ¿Qué riquezas nos atan y nos separan del amor auténtico? Que al abrirnos a la gracia de Dios, encontremos la valentía para soltar lo que nos aleja de Él y para abrazar la vida plena que solo se encuentra en el seguimiento de Cristo. Que tengan Paz.
Rvdo. P. Miguel Ángel Bruchmann
Colecta
Dios, nuestra luz y nuestra salvación
ilumina nuestras vidas
para que podamos ver tu bondad en la tierra de los vivos,
y contemplando tu belleza
nos transformemos en la imagen de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.