VI Domingo tras Trinidad
La Palabra de Dios
Mateo 13. 1-9, 18-23
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga».
Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe. Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra J. Carlos López
El texto del Evangelio nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud ante la palabra de Dios. ¿Somos como el sembrador que siembra con generosidad y confianza, o somos como los distintos tipos de terreno que reciben la semilla? ¿Qué fruto damos con nuestra vida cristiana?
Jesús nos dice que hay cuatro tipos de oyentes de su palabra: los que no la entienden y se la lleva el Maligno, los que la acogen con alegría pero no tienen raíces y se desaniman ante las dificultades, los que se dejan ahogar por las preocupaciones y los placeres del mundo, y los que la escuchan y la comprenden, y dan fruto abundante.

«Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno»
«La parábola del sembrador» – Abel Grimmer – 1611 – Museo del Prado – Madrid
¿A cuál de estos grupos pertenecemos? ¿Estamos dispuestos a abrir nuestro corazón a la palabra de Dios, a dejar que nos ilumine, nos transforme y nos impulse a vivir según su voluntad? ¿O somos sordos, superficiales o distraídos, y dejamos que la palabra se pierda o se marchite en nosotros?
La palabra de Dios es una semilla poderosa, capaz de producir una cosecha extraordinaria. Pero necesita de nuestra colaboración, de nuestra fe, de nuestra oración, de nuestra obediencia. No basta con escucharla, hay que ponerla en práctica. No basta con admirarla, hay que compartirla. No basta con recibirla, hay que dar fruto con ella.
Pidamos al Señor que nos ayude a ser tierra buena, donde su palabra pueda crecer y dar fruto. Que nos conceda la gracia de escucharla con atención, de entenderla con inteligencia, de acogerla con amor y de vivirla con fidelidad. Que así sea.
Oración de colecta:
Dios Creador,
nos hiciste a todos a tu imagen:
que podamos discernirte en todo lo que vemos
y te sirvamos en todo lo que hacemos;
por Jesucristo nuestro Señor. Amén.