La Palabra de Dios
Sexto Domingo de Pascua
Evangelio según Juan, 14. 23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo».
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra Lara Fernández
Estas son las palabras de la Biblia, el libro de libros, testimonio vivo, igual de vivo que tú y que yo, sobre la existencia e historia de la revelación de Dios a sus criaturas hechas por Él para la vida.
Como siempre, un pasaje, una línea, una página de la Biblia da para hablar por largo tiempo. En sí, la Biblia es un milagro hecho de papel e hilo de costura, una posibilidad de reflexión infinita, el libro más pedagógico y rico que seguramente ha escrito y escribirá el ser humano.
Con dificultad, porque uno podría hablar y hablar sobre cada uno de los versículos que hemos leído de este evangelio de Juan (el hijo del trueno, el evangelista más enfervorecido de todos, mi inspiración), he escogido profundizar sobre las líneas que hablan sobre el Espíritu Santo.
Como prólogo, sólo haré un pequeño pero potente recordatorio sobre la naturaleza múltiple de Dios: Dios es parte de ti, pero no eres tú. Él te creó, sí, pero las elecciones las haces tú, eres un ser independiente incluso aunque el aliento de la vida que tienes te lo haya dado Él.
¿A dónde quiero llegar con esto? A que el Espíritu Santo es Dios… en otra entidad que a la vez es Él y no lo es. Yo no soy teóloga y no sé si lo seré alguna vez, así que, en vez una clase de teología sobre esta tercera figura de la Trinidad, hablaré de lo que es para mi el Espíritu Santo y por qué le busco: el soplo de vida de Dios es para mí este espíritu. Yo lo he sentido en mi interior de muchas, muchas maneras, pero mi favorita es cuando lo noto como si tuviese de repente tuviese un niño pequeño en mi interior que corre feliz, alegre. Es ese momento felicidad intenso, limpio, fugaz.
Lo he visto también fuera de mi, en diferentes señales (Dios tiene múltiples lenguajes), en personas que de repente me dieron una palabra o un mensaje que no esperaba, en una línea de un libro que de repente resonó con fuerza en mi interior… Y debo (en el más amplio sentido del deber), debo deciros que todas esas palabras, momentos inesperados, frases que retumbaron en mí, me guiaron y me guían hoy incluso, hacia un camino o una forma de vida de dignidad, de humanidad, de compasión, de comprensión, pero también de cuidado de mí, porque yo no me he fundido en Dios, Dios está en mí, pero yo también tengo que procurar que mi identidad o mi entidad sea mía a la vez que suya. Suya, sin perderme a mí. De Él siempre, pero también mía. Suya y libre y capaz, pero decidiendo por mí y decidida a ser criatura digna de un Creador mejor (28 Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.)
Creo que esta figura es tremendamente activa en nuestra vida tanto dentro de nosotros como fuera de nosotros.
Yo, -al menos yo,- donde más le siento es mi interior. Hace tiempo acepté, aunque al principio me costó, que Dios oye nuestros pensamientos, nos ve cada segundo de nuestra vida, éramos ya una idea suya antes de nacer del vientre de nuestra madre. Fuimos desde siempre, hechos por ese Dios que ama crear y dar vida en múltiples formas. Por eso, pasé de estar incómoda con la idea de ser vista y escuchada en todo momento a ser un hecho reconfortante… nada hay que esconder, la compañía es continua, no hay rechazo.
Entonces, hay algunos pensamientos que se me ocurren a mi (a mí, no a Él, que tiene una morada en mi) que iluminan, encienden esa presencia trinitaria, entonces noto que se me ponen los pelos de punta y siento una emoción que no es mía de amor enorme, pero la siento en mí, siento otro amor en mí que no es mío, pero… ¡es tan cálido! ¡es tan grande!…
Por eso creo que la mejor manera de sentir al Espíritu Santo, que es la acción de Dios en nuestra vida, nuestra brújula y orientación, es trabajar por tener un corazón bonito (porque el alma dada ya es bonita incluso cuando se nos empaña), intentar aplicar la comprensión cuando las cosas no van como queremos y tener los ojos muy, muy abiertos, porque la vida está llena de Su presencia. Como decían en una película: “no se trata de ver para creer, sino de creer para ver”.
Yo he hecho la pregunta muchas veces a otras personas, sobre todo en los cursos de introducción cristiana (curso Alfa), sobre cómo sienten ellos al Espíritu Santo. Te invito, lector, lectora, a hacer esta misma pregunta a las personas que tienes alrededor. Por lo que yo he visto, la percepción es muy distinta entre personas. Es una pregunta de respuestas fascinantes.
¿Y tú? ¿Lo sentiste?
No importa, no te importe si la respuesta es que no o que no lo sientes desde hace mucho: Mateo 7,7-12: “dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.”
Espero de corazón que sientas el Espíritu Santo, que es una vivificación, una fracción de Dios hecha entidad. Puedo decir, sin vergüenza alguna, que la sensación de su presencia en mi vida ha hecho que merezca más la pena vivir.
Yo seguiré trabajando por ser morada digna de Dios y persona digna de la visita de su Espíritu.
Oración para la semana
Cristo resucitado,
junto al lago renovaste tu llamada a tus discípulos:
ayuda a tu Iglesia a obedecer tu mandato
y atrae a las naciones al fuego de tu amor
para gloria de Dios Padre. Amén.