La Palabra de Dios
Evangelio según Marcos, 10.46-52
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!».
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo».
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado».
Enseguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra, nuestra hermana Lara Fernández.
Bienvenidos a este nuevo comentario sobre la Biblia. Soy vuestra hermana Lara, hoy aquí para hablar con ustedes de un pasaje del evangelio de Marcos y algunos de los múltiples significados que encierra este pasaje…
Antes de comenzar este comentario, comparto un pequeño recordatorio: Dios nos dice en Juan 5:39 que escudriñemos las escrituras, que es lo que estamos haciendo en estos ejercicios de profundización o comentarios de textos bíblicos “porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.
Las escrituras dan testimonio de Dios, de su plan, de su ejemplo, de sus acciones. Profundizar en las escrituras es profundizar en el alma de Jesucristo y del Creador. Ningún océano hay comparable. Comencemos este comentario donde hablaremos de amor, de los otros y de la valentía.
Para vivir necesitamos a los demás. Es así de simple y así de importante a la vez. El plan de salvación de Dios no se centra sólo en sí mismo, sino que lo materializa en la figura de su Hijo, el cual deja tras de sí una tercera figura: el Espíritu Santo.
Bartimeo el ciego pide ayuda para recuperar la vista, cosa que tampoco hace por sí mismo (si hubiese podido ya lo habría hecho en cuanto se quedó ciego). La conclusión del pasaje en este sentido es clara: la vida que ha diseñado Dios para nosotros no es solitaria, muy al contrario, es una vida con hermanos, con familias, con amor. Uno de los últimos mensajes que nos da Jesús es: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:35). Pero ¿por qué amor? ¿por qué no justicia o cualquier otra palabra? Porque el amor es capaz de reunir dentro de sí mismo todos los nombres y todos los adjetivos de cualquier cosa que en este mundo represente algo bueno: bondad, justicia, equidad, prosperidad, igualdad, bienestar, paz…. Todos ellos tienen como base el amor. No existe un vínculo más fuerte en este mundo. Dios nos ama tanto que orquestó un plan de salvación para toda la Humanidad.
Seguramente muchos de ustedes estarán de acuerdo conmigo si les digo que la vida es bonita… pero es difícil. Y a veces, muy difícil. La vida está llena de sorpresas y milagros, pero también de sucesos inesperados y algunos, trágicos. Jesucristo nos dice que nos amemos los unos a los otros porque es la única manera en que podemos vivir: dándonos cariño, paciencia, constancia… ¿significa esto que no podemos equivocarnos con los demás? ¿nos equivocamos, de hecho, con los demás? Algunas veces si… y si creen que no les va a pasar más, se equivocan. Malas noticias, son ustedes humanos y por lo tanto, sujetos a error casi constante. Pero si cada día le intentan poner paciencia y cariño a los demás, comprendiendo que ése es el mensaje de Jesús para nosotros, les aseguro que les va a ir cada vez mejor. Quiéranse y quieran a los demás. Perdónense y perdonen. Dios lo hace con nosotros para que cada día podamos tener una nueva oportunidad.
También quería hablar a colación de todo lo anterior de valentía, porque estar en el mundo suele implicar ser un poco valiente, y a veces, muy valiente, porque realmente la vida es complicada hasta cuando a uno le va bien. En el pasaje de la Biblia que estamos viendo hoy, podemos leer “Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más”. Bartimeo fue valiente cuando decidió clamar en vez de callarse, como le pedían los demás. Algo similar pasa en muchas facetas de la vida de nuestro corazón… a veces uno tiene que ser muy valiente para sobreponerse a una pérdida o para perdonar a un familiar o aun amigo… pero son ejercicios que Jesucristo nos pide que hagamos para que podamos permanecer juntos, unidos.
En mi caso personal, hice un ejercicio de valentía cuando en España aún estábamos confinados completamente por el Covid. Reuní el valor de ponerme en contacto con la familia que me acogió hace muchos años en EEUU (yo fui una adolescente bastante rebelde y nada fácil y a veces les compliqué un poco la existencia). Por eso nunca me puse en contacto con ellos de nuevo. Pero el Covid me hizo ver que la vida puede ser breve y que puede cambiar de repente (también, el fallecimiento repentino por Covid de una compañera de trabajo a la que quería mucho). Me puse de nuevo en contacto con ellos en 2019 sin saber qué iban a responder y para mi gran sorpresa, me contestaron, diciendo que tenían muchos recuerdos muy bonitos de mi estancia con ellos y que tenía siempre un lugar en su corazón. Me sentí querida y perdonada.
Claramente, la respuesta podría haber sido diferente o no haber respondido, pero lo que importa es que fui valiente por amor, porque me trataron como a otra de sus hijas y se merecían un mensaje por mi parte de sinceridad y agradecimiento.
Yo invito a hacer este mismo ejercicio difícil, pero por amor, a todos ustedes, con independencia del resultado. Cada persona sabe dentro de sí qué tiene que le cuesta perdonarse o perdonar a alguien. Y también, todos tenemos la capacidad de hacer la vida de los demás un poco mejor, a cualquier nivel e intensidad. Puede ser desde dar comida a una persona que pide en la calle como tener paciencia con esa persona que nos habla mucho (mucho, mucho…) porque ahora mismo lo necesita. Todos estos son ejercicios de amor que nos unen a los demás. Jesucristo quería que viviésemos, que vivamos, y ya sabía que la única manera de sobrevivir a esta vida es amarse.
Ámense y amen sin mirar atrás mas que para saber hacia dónde tienen que ir de ahora en adelante.
“Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” (Juan 4:16).
Oración para la semana
Dios misericordioso,
enséñanos a ser fieles en los momentos de cambio e incertidumbre,
que confiando en tu palabra
y obedeciendo tu voluntad,
podamos entrar en la alegría constante de Jesucristo, nuestro Señor.