La Palabra de Dios
II Domingo después de Trinidad
Lucas 9. 51-62
Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra Carlos L. Cárdenas
El compromiso
Un compromiso serio, sin medias tintas, a pleno pulmón. Dios quiere que, los que sentimos esa llama de su amor, nos lancemos al vacío de la fe, donde mora el Espíritu divino, ese Espíritu que nos transforma en testigos suyos y en discípulos de su amor.
Por muchas vicisitudes que acontezcan en nuestras vidas, debemos tener claro que Dios, nuestro eje y motor, ni se muda, ni se aleja, ni nos da de lado, ni nos excluye. Él nos da la capacidad de entender qué tenemos que hacer por su reino y, sobre todo, la firme voluntad de caminar por, para y hacia Él.
Discernir sobre las prioridades en nuestras vidas me parece un ejercicio complejo: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Incluso, ante este mundo tan ligero en espiritualidad y tan profundo en tentaciones que vacían nuestro espíritu, me parece una heroicidad que nos planteemos, así, tan valientemente, seguir a Jesús.
Si nos ponemos a pensar en lo anterior, todo nos parece una muralla insalvable… pero no somos nosotros los que elegimos a Jesús, es Él -no sabemos de qué bendita manera- quien nos elige. Su llamada es respondida por la gracia de su Espíritu y entonces es cuando nos planteamos si de verdad somo sus discípulos y si realmente estamos preparados…
Honestamente, no me siento preparado, pero no sé qué me ocurre, que hay un fluir en mí que hace que me sienta confiado, sereno y receptivo ante esa fuerza espiritual de su amor y de su aliento. Parece que manejo una bicicleta que marcha sin tener pedales o un coche sin tener ninguna gota de combustible… la fuerza de este Espíritu de amor se torna imparable y siento que, a veces, sin querer, quiero y, sin andar, camino.
Sí, no me siento preparado, pero Él me prepara. Siento que estoy en las manos de su amor y por eso, a pesar de las tormentas de mi alma, me mantengo disponible porque sé que su amor es verdaderamente incondicional, imperturbable, eterno…
Él conduce a su redil con amor y me llena de satisfacción pensar que, el formar parte de esta comunidad, nos fortalecerá y nos hará prosperar en sabiduría, nos hará vivir experiencias maravillosas en el amor de Dios y viviremos el verdadero compromiso por su reino.
¡Dispuestos para caminar por las sendas del Señor! Así sea.
Oración para la semana
Creador fiel,
cuya misericordia nunca falla:
profundiza nuestra fidelidad a ti
y a tu Palabra viva,
Jesucristo nuestro Señor. Amén.