Fiesta de Cristo Rey
La Palabra de Dios
Mateo 25. 31-46
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión del Evangelio el padre Guillermo Gil
REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES
Hoy último domingo del Tiempo Ordinario, como colofón del Año litúrgico y antes de inicio del Adviento celebramos Jesucristo, Rey del universo, por medio del cual Dios quiso «reconciliar consigo todos los seres, los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz» (Col 1,20).
A lo largo del recorrido bíblico, JESÚS ha tenido muchos nombres o títulos: Pan de Vida, Verbo de Dios, Emmanuel, el Primogénito de entre los muertos, el Sol de Justicia, el Hijo del Hombre, el Sol que alumbra, la Luz del Mundo, Alfa y Omega, Lirio de los valles, Estrella de la mañana, Redentor, Cordero de Dios, Príncipe de Paz, León de la Tribu de Judá.
Jesús en su bautismo es ungido por el Padre como Sacerdote, Profeta y Rey. Su Nombre histórico, es Jesús, y su nombre profético es Cristo. Él es el SEÑOR («Kyrios»).
Es curioso que San Pablo habla de Cristo como Salvador sólo 3 veces, sin embargo, como Señor («Kyrios»), lo hace unas 300 veces. Si volvemos a leer Romanos 10. 9-10, éste nos dice que debemos CONFESARLO COMO SEÑOR (NO como Salvador). En el siglo primero los cristianos decían «Ieosus Kyrios», es decir, JESÚS ES SEÑOR, con las consecuencias de ser martirizados.
En el Apocalipsis 19. 6 y 19.16, se nos manifiesta que JESÚS ES EL SEÑOR DEL UNIVERSO. REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. Es paradójico que este rey manifiesta su poder en el servicio, y contemplamos su realeza en su humillación, y su gloria en la debilidad.
El ángel anunció a María que su hijo reinaría para siempre (cf. Lc 1. 32-33). Sin embargo, su nacimiento fue en una cueva, y su entrada en Jerusalén montado en una asna; también fue acusado de ser Rey de los judíos. De hecho, Jesús no permitió que lo nombraran rey (cf. Jn 6. 15) y rechazó el estilo de gobernar de «los jefes de las naciones» (cf. Mt 20. 25). Solo aceptó este título el domingo de ramos (cf. Lc 19. 38-40) y en el juicio ante Pilatos (cf. Jn 18. 37).
Su realeza se manifestó en su pasión y cruz, teniendo una caña por cetro, una corona de espinas, unos trapos por manto y una cruz por trono. También lo confiesa rey el cartel de la cruz, redactado en las tres lenguas principales de la época (cf. Jn 19. 19s): hebreo (el idioma religioso), latín (el idioma de la economía y del ejército) y griego (el idioma de la cultura).
Este rey, que se convierte en siervo, lavo pies, perdono pecados y se ofreció a la muerte para que yo y tú tengamos vida.
Ante tanto amor, tú ¿cómo respondes?
La liturgia cristiana confiesa a Cristo como «el alfa y la omega, el que es, el que era y el que viene» (Ap 1. 8), principio y fin de toda la obra creadora y salvadora de Dios. Por eso, esta fiesta invita a la contemplación de Cristo y de su misterio en sus dos dimensiones principales: el Hijo de Dios es el autor de la creación (“todo fue creado por él y para él”) y de la redención (por la cruz de Cristo, Dios ha reconciliado consigo a todas las criaturas).
El Reino de Cristo se manifiesta en el servicio, en el amor y el respeto hacia todas las personas, solo así podremos decir que se está realizando y continua el reino de cristo. Pues como san Mateo 7. 21 nos dice y nos advierte que no todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre.
En definitiva, el Reino de Cristo es el Reino de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, el amor y la paz… ahora te toca a ti y a mi hacerlo presente.
Ante tanto amor, tú ¿cómo respondes?
La Iglesia inicia este domingo un tiempo de adviento: advenimiento. Tiempo de preparación. Para unos otra navidad más, otra parranda más. Pero para los que esperan con toda su mente y con todo su corazón a Jesús Salvador, es un momento propicio para barrer el templo; un momento para sacar aquello que no sirve, aquellos pensamientos y sentimientos que no nos dejan ser verdaderos cristianos. Queremos iluminar nuestra casa, pero seguimos en obscuridad y en pecado. En nuestro mundo queremos luces intermitentes para alumbrar el pesebre y no nos damos cuenta que Jesús es la LUZ inagotable y permanente que buscamos. Nos quedamos en la forma y no en el fondo. Sacamos de la caja el pesebre y vemos a la gran mayoría de las figuras de rodillas y no somos capaces de doblar rodilla en oración para reconocer que Jesús está presente en la Eucaristía que nos transforma. ¿Qué puede nacer en nuestro corazón nuevamente? Doblarnos es aceptar la voluntad de Dios.
Hacemos caminos para que todos lleguen al pesebre, pero ¿cuál es el camino que he trazado para llegar a la Contemplación del Hijo del Dios Vivo?
Colocamos fuentes y ríos en el pesebre, pero en nuestro interior hay un pozo seco. Solo Jesús es Fuente de Agua Viva: Él puede saciar nuestra Sed.
Nos distraemos colocando el árbol que no es de la tradición cristiana con bolas brillantes y animales que cuelgan… en la vida cristiana nos distraemos con aquello que no nos lleva a la persona de Cristo. Dejamos a un lado la oración por la novena bailable, por los platos de las fiestas navideñas.
En esta época los regalos escasean, los ingresos de nuestras familias ya no son los mismos; sin embargo, nos preocupamos en cómo conseguir la pinta de navidad o de fin de año, cuando la verdadera pinta es purificarnos, confesarnos, abrir nuestro corazón para recibir el mayor regalo de Dios para la Humanidad: Cristo y la Redención. El mejor regalo es compartir en familia, es volver a las historias de nuestros abuelos, sentirnos juntos como iglesia doméstica y velar por las necesidades de cada uno. Pero en esta Pandemia descubrimos también que compartiendo con el necesitado y practicando las obras de misericordia podemos preparar la venida del Salvador.
No olviden que organizar el pesebre tiene un sentido si también ese pesebre lo instalamos en nuestro templo interior. Pidamos a la Sagrada Familia el gozo de recibir al Dios Vivo en cada una de nuestras familias. ¡Vivamos con plenitud este tiempo de adviento! ¡Un tiempo de espera activa! No podemos estar cruzados de brazos: regresemos a la oración en familia, a la devoción del Rezo del Rosario, a la Eucaristía, a la adoración del Santísimo, a la práctica de las obras de misericordia, a volver a compartir en familia como hermanos en el Señor.
Reconozcamos en nuestras vidas al Señor Rey de Reyes, Señor de Señores: no solo para el universo entero sino para el universo de nuestro corazón.
Oración de colecta
Dios Padre,
ayúdanos a escuchar la llamada de Cristo Rey
y a seguirle en su servicio,
cuyo reino no tiene fin;
porque él reina contigo y con el Espíritu Santo,
un solo Dios, una sola gloria. Amén.