Propio 16

La Palabra de Dios

Mateo 16. 13-20

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.


Reflexión

Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra, el padre José Antonio J. Rojas

No es habitual en mi hacer una reflexión teológica e histórica, pero este capítulo de san Mateo lo requiere, pues trata de un tema que históricamente ha sido muy manipulado.

Por un lado, están los que manifiestan que Jesús, consciente de que la comunidad necesita un responsable último, encomienda esa misión a Pedro; por otro lado, están los que observan un idea más práctica, relacionada con el papel de Pedro en la iglesia primitiva.

Hay que recordar, que uno de los mayores conflictos que se plantearon desde el primer momento fue el de la aceptación o rechazo de los paganos en la comunidad, y las condiciones requeridas para ello. Los Hechos de los Apóstoles nos dan testimonio de estos problemas.

En su solución, desempeñó un papel capital Pedro, enfrentándose a la postura de otros grupos cristianos conservadores según se manifiesta en los Hechos 10-11; 15.

Tenemos muy claro, históricamente y teológicamente, que Pedro no era «el Papa», ni gozaba de la «infalibilidad pontificia».

Tengo que decir que las palabras de Mateo suponen un espaldarazo a su postura en favor de los paganos: «Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

Es Pedro el que ha recibido la máxima autoridad y el que tiene la decisión última: es el papel de Pedro en la iglesia primitiva.

Un detalle común a las más diversas tradiciones del Nuevo Testamento es la importancia que se concede a Pedro. El dato más antiguo y valioso, desde el punto de vista histórico, lo ofrece Pablo en su carta a los Gálatas, donde escribe que tres años después de su conversión subió a Jerusalén «a conocer a Cefas [Pedro] y me quedé quince días con él» (Gálatas 1. 18). Este simple detalle demuestra la importancia excepcional de Pedro.

Pintura de Vincenzo Catena que representa el momento en el que Jesús entrega las llaves del reino a Pedro

«Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo»

Y catorce años más tarde, cuando se plantea el problema de la predicación del evangelio a los paganos, escribe Pablo: «reconocieron que me habían confiado anunciar la buena noticia a los paganos, igual que Pedro a los judíos; pues el que asistía a Pedro en su apostolado con los judíos, me asistía a mí en el mío con los paganos» (Gálatas 2. 7).

Esta primacía de Pedro queda reflejada en diversos episodios de los distintos evangelios.

Para no alargarme, basta recordar el triple encargo («apacienta mis corderos», «apacientas mis ovejas», «apacientas mis ovejas») en el evangelio de Juan (21. 15-17), equivalente a lo que manifiesta hoy san Mateo.

Lo mismo ocurre en los Hechos de los Apóstoles. Después de la Ascensión, es Pedro quien toma la palabra y propone elegir un sustituto de Judas.

El día de Pentecostés, es Pedro quien se dirige a todos los presentes. Su autoridad será decisiva para la aceptación de los paganos en la Iglesia (Hechos 10-11). Este episodio capital es el mejor ejemplo práctico de la promesa: «lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo».

Hay que decir, desde el punto de vista evangélico, que las promesas de Jesús a Pedro sólo se encuentran en el evangelio de Mateo. Por ello, muchos autores piensan que puede ser un invento del evangelista.

Los escritores antiguos tenían un concepto de verdad histórica muy distinto del nuestro. Sea como fuese la verdad, testimoniada por autores tan distintos como Pablo, Juan, Lucas, Marcos, Pedro ocupaba un puesto de especial responsabilidad en la iglesia primitiva, y que ese encargo se lo había hecho el mismo Dios, como reconocen Pablo y Juan. Lo único que hace Mateo es envolver esa verdad con unas palabras distintas, quizá inventadas por él, para dejar claro que la primacía de Pedro no es cuestión de inteligencia, ni de osadía; se debe a una decisión de Jesús.

Una cosa queda clara Pedro es digno de ser el primero entre iguales.

Gracias por vuestra atención.


Oración de colecta:

Dios de misericordia constante

que enviaste a tu Hijo para salvarnos:

recuérdanos tu bondad,

aumenta tu gracia en nosotros,

para que crezca nuestro agradecimiento,

por Jesucristo nuestro Señor. Amén

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