La Palabra de Dios

Evangelio según Juan, 11.34-44

Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo:

—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

 Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente.

 —¿Dónde lo han puesto? —preguntó.

—Ven a verlo, Señor —le respondieron.

 Jesús lloró.

—¡Miren cuánto lo quería! —dijeron los judíos.

Pero algunos de ellos comentaban:

—Este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?

Jesús resucita a Lázaro

Mosaico de Jesús resucitando a Lázaro

Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra.

—Quiten la piedra —ordenó Jesús.

Marta, la hermana del difunto, objetó:

—Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí.

—¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús.

Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo:

—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste.

Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas:

—¡Lázaro, sal fuera!

El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.

—Quítenle las vendas y dejen que se vaya —les dijo Jesús.


Reflexión

Hoy nos ofrece la reflexión Carlos López

¡Cuánto nos sorprendemos de que Jesús sea tan humano que hasta llore por un gran amigo!

Sí, pero no, cunado Jesús habita la tierra es uno más: una persona de carne y hueso, sin superpoderes, que sufre, que se alegra, que trabaja, que aprende, que ora, que se atormenta, que comprende, que reprende, que ayuda, que se aisla, que forma grupo, que prioriza su labor…

Jesús en casa de Marta y María, obra de Tintoretto

De pequeño veía a Jesús como a un superhombre, que todo lo podía como por arte de magia… ¡No! Si yo creyera eso no me consideraría seguidor de Jesús. Lo veo como es y mi fe renovada así me hace asumirlo: un hombre como tú y como yo, pero con una fe grande, enorme y con un amor incondicional a su padre celestial y a todo aquél que en vida le rodeó. 

Jesús, no solo amó a los suyos, sino que ama a los de ahora y a los de las generaciones futuras. Es maravilloso constatar que Cristo resucita en cada generación, a lo largo y a través de la historia. A esos cristianos que vendrán en el futuro y que mantendrán la fe viva en Jesús, a esos, también los amará por y para siempre, por el fin de sus días, como amó y ama a Lázaro y a sus hermanas.

Lárzaro probó su amor con el regalo maravilloso de la resurrección carnal; nosotros lo probaremos con la resurreción a una vida llena de luz y de gracia Celestial. Nuestra fe y ese amor infinito de Dios, nos citará algún día bajo su manto de amor y misericordia eternas…

Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!».

Así sea.

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