Día de la Trinidad
La Palabra de Dios
Mateo 28. 16-20
Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra J. Carlos López
El momento ha llegado: Jesús se va definitivamente. Sus últimas palabras son una síntesis y un testamento de su vida y de su obra: «id, haced discípulos, enseñad, bautizad…»
En este preciso momento, el Señor envía a los suyos. Su misión consistirá en testimoniar lo que con Él y de Él han aprendido: la salvación ha llegado y es para todos.
Ser discípulo de Dios compromete la vida, obliga a trabajar, exige crecer con el don recibido. Esta misión se sella con el Bautismo.
Si bien la misión no es fácil sí que tenemos motivos para alegrarnos y confiar: el Señor está con nosotros. Cristo promete su presencia. Ha demostrado que ha vencido resucitando; su presencia es garantía para quienes continúan su obra.

«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.»
Jesús vino a enseñarnos a vivir. Los que aprenden deben enseñar a otros: la salvación ya ha empezado.
Esta lectura nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vocación como discípulos de Jesús. ¿Qué significa seguir a Jesús hoy? ¿Cómo podemos anunciar su Evangelio con nuestra vida y nuestras palabras? ¿Qué obstáculos o dificultades encontramos en nuestro camino? ¿Cómo experimentamos su cercanía y su ayuda en medio de las pruebas? Estas son algunas preguntas que podemos hacernos para profundizar en nuestra fe y nuestro compromiso cristiano.
Que así sea.
Oración de colecta:
Dios Santo,
fiel e inmutable:
ensancha nuestras mentes con el conocimiento de tu verdad
y adéntranos en el misterio de tu amor,
para que podamos adorarte de verdad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
un solo Dios, ahora y siempre. Amén.