V Domingo tras Trinidad

La Palabra de Dios

Mateo 11. 16-19, 18-23

¿A quién compararé esta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras». 

En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».


Reflexión

Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra, el padre Guillermo Gil

Jesús nos habla que somos una generación en permanente contradicción.  Anhelamos la Paz y votamos en contra de la misma en las urnas (solo pasa en Colombia).  Votamos por el Cambio y le colocamos zancadilla a toda iniciativa que pasa por el Congreso que trae un cambio sustancial en beneficio de las clases más desfavorecidas.  Defendemos a los ricos y sus intereses mientras pasamos hambre y somos explotados por unos cuantos empresarios. Somos la generación del “Sí pero No”. Queremos la Salvación pero por ahora tenemos algunas dudas, algunos pero,  vamos en contravía camino a la perdición.   Nos gusta sentirnos perdidos y que nadie venga a rescatarnos, solo aceptamos algunos “Mesías” que nos hablen de seguridad democrática o mejor de falsas seguridades.  Y al profeta que envía Dios en esta tierra se le coloca en duda, inclusive le señalamos como enviado del demonio o mejor aún todo el que viene a construir el Reino de Dios se le sataniza. El evangelio nos dice que  los enviados de Dios  nos cuesta  reconocerlos, y el mismo Hijo de Dios el cual obra milagros no le creemos y en definitiva lo desconocemos.   Somos una generación demasiado incrédula (y ridícula).

Realmente lo que es evidente, lo que es de Dios no lo vemos… dejamos pasar la Gran Oportunidad de la Salvación ante nuestros ojos.  Sin embargo estas cosas son ocultas y solo los pequeños, los humildes y sencillos se les revela.  “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños”. 

En estos días leíamos algo sorprendente un exoplaneta que debió ser engullido por una estrella roja en expansión.  Halla denominado por los astrónomos coreanos como “montaña sagrada” pues tiene su nombre por la montaña más alta de Corea del Sur, este exoplaneta ha logrado sobrevivir.  Es más no se explican cómo puede existir.  Se sale de todo cálculo.  Salvarse de la incineración estando en el horno.  Me hace recordar el libro de Daniel 3,19-27 Sadrac, Mesac y Abednego quienes no se inclinaron ante la estatua que levanto Nabucodonosor y fueron arrojados al horno de fuego.  Y ellos de pies y manos amarrados no se quemaron.  Y es que los guardias arrojaron a tres hombres y veían cuatro.  Que desconcierto para aquellos inquisidores que lo que pudieron darse cuenta es que su ídolo no tenía ningún poder y que la protección del Dios de Daniel se evidenció con el Arcángel Miguel en medio de las llamas.  Nuestro Dios protege a sus elegidos a quienes confían y son fieles a Él.

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré»

Nuestros cálculos y razonamientos no nos permiten aceptar que existe un Dios que se sigue revelando y dándose a conocer a través de su Hijo. Nuestra realidad como planeta es la extinción. Solo unos cuantos somos conscientes de ese proceso e inclusive hacemos ingentes esfuerzos por detener la contaminación, la utilización del combustible fósil, la deforestación y otras tareas que como seres humanos nos dedicamos al cuidado de la “Casa Común”.  Nos resistimos a ser devorados y esfumarnos en el universo.  Mientras tanto buscamos otras alternativas en otros planetas.

Realmente orbitamos sobre situaciones de pecado y nos dejamos llevar y nos quemamos e incineramos atraídos por su luz atractiva y destructora que se desborda.  Tal vez necesitamos ser como Halla (la montaña sagrada), un exoplaneta que para Dios debe existir, pues tiene una misión dentro de su creación y no es la destrucción en sí mismo por una estrella que lo absorbe todo. Tal vez debemos confiar y ser fieles a Dios como Sadrac, Mesac y Abednego cuando nos lancen al horno de la humillación, de la estigmatización, de toda tortura que nos infringen por seguir a Cristo.  Es allí cuando encontramos esta promesa en el evangelio de hoy “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviare”.  Es así que nuestra vida debe orbitar en Cristo, es a Él a quien debemos entregarnos a sus pies y llevarle nuestra poquedad, nuestra debilidad, nuestra torpeza y falta de tacto en nuestras relaciones, nuestra falta de sensibilidad a las cosas de Dios, nuestra humanidad pecadora.  Sólo fusionados en el Amor de Dios no seremos bolas incandescentes absorbidas por el pecado que terminan desapareciendo en el universo.  Así la carga será más llevadera, todas nuestra preocupaciones, todos nuestros sufrimientos y nos liberaremos de la carga pesada del pecado que nos atormenta.

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