El nombre y la circuncisión de Jesús

La celebración de esta fiesta bíblica marca tres acontecimientos: en primer lugar, el nombre del niño Jesús; en segundo lugar, la circuncisión como signo de la alianza entre Dios y Abraham «y sus hijos para siempre», por lo que Cristo cumple la Ley; y en tercer lugar, tradicionalmente el primer derramamiento de la sangre de Cristo.

Lo más significativo en los evangelios es el propio nombre, que significa «Yahvé salva» y, por tanto, está vinculado a la pregunta que Moisés hizo a Dios: «¿Cuál es tu nombre?» «Yo soy el que soy», fue la respuesta, de ahí el significado de las palabras de Jesús: Antes de que Abraham existiera, yo soy». Esta fiesta se celebra en la Iglesia al menos desde el siglo VI.

Además de conmemorar la fiesta del nombre de Jesús, el 1 de enero la Iglesia anglicana también ha celebrado tradicionalmente la “Circuncisión del Señor”. Es el octavo día tras la celebración del nacimiento de Jesús y evoca la antigua tradición hebrea de la circuncisión que se inauguró con Abraham.

Según el libro de Génesis, Dios dijo a Abraham: “Y esta es mi alianza con vosotros, a la que permaneceréis fieles tú y tus descendientes; todos los varones deberán ser circuncidados. Circuncidarán la carne de su prepucio, y ese será el signo de mi alianza con vosotros. Al cumplir ocho días, serán circuncidados todos los varones de cada generación (…). Así vosotros llevareis grabada en vuestra carne la señal de mi alianza eterna” (Génesis 17,10-13).

Cuadro que representa la Circuncisión de Jesús por Peter Rubens

Esta alianza ritual fue renovada con Josué y permaneció efectiva hasta tiempos de Jesús (y muchos judíos la siguen practicando a día de hoy).

Pero, ¿por qué Jesús, Señor de la Nueva Alianza, se sometió a una práctica que era parte de la “Ley Antigua”?

San Pablo nos hace algunas aclaraciones en su Carta a los gálatas:

Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que vosotros sois hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios. (Gálatas 4,4-7)

Jesús fue un judío fiel para poder renovar aquello que era “antiguo” y así conducirnos hasta la Nueva Alianza en su sangre. Por esta razón, la circuncisión ya no es un signo de la alianza que tenemos con Dios, según explica más adelante san Pablo en esta misma epístola a los gálatas.

En Cristo Jesús de nada vale estar o no estar circuncidados; lo que vale es la fe que actúa mediante el amor. (Gálatas 5,6).

El ritual era una parte esencial de la misión de Jesús para redimirnos y muchos antiguos escritores espirituales consideraron este hecho como un augurio del sangriento sacrificio de Cristo en la cruz.

 

Los dos acontecimientos están vinculados y nos ayudan a ver la imagen completa de la acción salvífica de Jesús en la tierra.

La razón de la circuncisión de Jesús puede resumirse mejor en el libro de Apocalipsis, donde Jesús anuncia:

“¡Yo hago nuevas todas las cosas!” (Apocalipsis 21,5).


Colecta
Dios todopoderoso,
cuyo bendito Hijo fue circuncidado
en obediencia a la ley por nosotros
y se le dio el Nombre que está por encima de todo nombre,
danos la gracia de llevar fielmente su Nombre
para adorarle en la libertad del Espíritu,
y proclamarle como el Salvador del mundo;
que está vivo y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
un solo Dios, ahora y siempre. Amén
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