Valentín de Terni

La leyenda sitúa a san Valentín, patrón de los enamorados, en la Roma del siglo III, donde el emperador romano Claudio II prohibió el matrimonio a los jóvenes soldados profesionales alegando la incompatibilidad del amor con la profesión y porque creía que sin familia eran mejores soldados.

Al parecer, Valentín, que era un médico convertido al cristianismo que se hizo sacerdote, -algunas fuentes citan incluyo que fue ordenado Obispo- se rebeló contra la norma y celebraba matrimonios secretos de jóvenes soldados enamorados.

Detalle de icono que representa a Valentín

Cuando el emperador tuvo conocimiento de las prácticas que llevaba a cabo Valentín, ordenó encarcelarlo.

Ahí fue donde se enamoró de la hija del carcelero y, cuando fue llevado a que lo ejecutaran el 14 de febrero, le envió una carta a su amada que firmó «de tu Valentín», el origen de la práctica moderna en países anglo parlantes cuando envían tarjetas a sus queridos.

Fue martirizado y ejecutado el 14 de febrero del año 270.

Aunque los primeros cristianos pudieron haber celebrado el Día de San Valentín, no fue sino hasta a partir de la Edad Media que se empezó a asociar con amor romántico e intercambio de regalos.

Parece que dos gigantes de la literatura inglesa, Chaucer y Shakespeare, tuvieron mucha responsabilidad en popularizar el evento en las islas británicas y, luego, en Europa y el Nuevo Mundo.

La costumbre de enviar una tarjeta de papel a un ser amado ya se había establecido durante la Edad Media pero sólo se convirtió en un gran negocio en el siglo XIX, cuando la revolución industrial permitió la producción en línea de las tarjetas.

Cuadro de San Valentín bautizando a Santa Lucila

El Día de San Valentín es una festividad de origen cristiano que se celebra anualmente el 14 de febrero como conmemoración de las buenas obras realizadas por san Valentín de Roma, relacionadas con el concepto universal del amor y la afectividad.

Para los cristianos, este día marca el reconocimiento de un Dios omnipotente que bendice a los que se aman, como Jesús imploró a sus propios discípulos.

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