Serafín de Sarov. (1754-1833)
A pesar de la multitud de peregrinos que se acercaban a verlo, el reverendísimo Serafín (en ruso “Serafim”) de Sarov siempre se dirigía con cariño a todos y para cada uno tenía una palabra de consuelo.
El nombre de Serafín, uno de los santos rusos más venerados, antes de tomar el hábito era Prójor Mashnín. Nació en 1754 en la familia de un comerciante de la ciudad de Kursk dedicado al negocio del ladrillo. A los tres años el niño perdió a su padre y su educación corrió a cargo de la madre, una mujer religiosa y timorata. Siguiendo su ejemplo, Serafín se convirtió en una persona profundamente piadosa.
Según la leyenda, a la edad de siete años Prójor se cayó desde un campanario pero sobrevivió al accidente. Es el primer milagro de los que se le atribuyen. Tres años después Prójor tuvo una aparición de la Virgen, que volvió a visitarlo en varias ocasiones en los momentos difíciles y de enfermedad.
«Si tú supieras que alegría, que dulzura espera al alma del justo en el cielo, aceptarías todas las penas, las persecuciones y las calumnias agradecido. Hasta si esta misma celda estuviera llena de gusanos y estos comieran nuestro cuerpo durante toda la vida, uno debería aceptar todo esto con ganas, para no ser privado de la alegría celestial que preparó Dios para los que Lo aman.»
Con la bendición de su madre, el joven se dirigió en peregrinaje a la ciudad de Kiev. En esa ciudad, la antigua capital del Estado ruso, se ubica uno de los monasterios principales del mundo ortodoxo, la lavra de las Cuevas. Durante esa peregrinación le fue anunciado el lugar de su futura vida religiosa: el monasterio de Sarov (una ciudad situada en la provincia de Nizhni Nóvgorod).
En noviembre del año 1778 llegó al monasterio y se quedó a servir en él. Finalmente, en agosto del año 1786 Prójor se convirtió en el hermano Serafín, uno de los monjes más devotos y humildes de la parroquia.
Permaneció muchos años en el monasterio y en el 1794 con el permiso de su abad se retiró a un frondoso bosque. En una pequeña ermita sin comodidades vivió dieciséis años, en los que solo se acercaba al monasterio para la comunión de los domingos. Durante un tiempo se alimentó solamente a base de hierbas y más tarde empezó a cultivar hortalizas.
En su lucha contra las tentaciones, Serafín intensificó sus plegarias y actos píos: en los hombros llevaba cilicios; en la cintura, un cinturón de hierro. Durante tres años guardó voto de silencio y solía dormir sobre piedras.
En una ocasión el ermitaño fue atacado por salteadores que le propinaron una brutal paliza. Recibió golpes mortales pero otro milagro le salvó la vida. No tardaron en encontrar a los bandidos pero Serafín rogó que no les tocaran. Pronto los delincuentes se arrepintieron y pidieron el perdón de Serafín, quien inmediatamente se lo otorgó.
«Es necesario, que el Espíritu Santo entre en el corazón. Todo lo bueno que hacemos por Cristo nos da al Espíritu Santo, pero sobre todo la oración, que está siempre a nuestro alcance.»
Serafín permaneció en la ermita hasta 1810, año en el que regresó al monasterio y a la vida secular. Para aquel momento la fama de sus milagros empezó a difundirse rápidamente por Rusia y a su celda comenzaron a acudir peregrinos.
Al principio recibía a pocas personas pero en el año 1825 se le apareció la Virgen y le indicó que aplicara todas sus fuerzas a ayudar y consolar a la gente. Desde aquel entonces las puertas de su celda permanecieron abiertas para todo el mundo. Según una leyenda, entre los peregrinos estuvo el emperador de Rusia Alejandro I.
Además de la importancia que tuvo el monje en la relevancia que adquirió el monasterio de Sarov, la figura del padre Serafín fue determinante también en el proceso de formación de uno de los más destacados recintos religiosos rusos: el monasterio femenino de la Santísima Trinidad de Divéyevo, en la provincia de Nizhni Nóvgorod.
Hacia el final de su vida, Serafín se convirtió en stárets, maestro y consejero de gran veneración en la Iglesia ortodoxa. Además era profeta: predijo, en particular, el periodo de la persecución de la Iglesia ortodoxa y su futura resurrección. Efectivamente, el clero ruso fue cruelmente perseguido tras la revolución bolchevique del año 1917 y la resurrección paulatina comenzó en los años 50 del siglo XX. Serafín de Sarov predijo también la muerte violenta de la familia imperial rusa, profecía que se hizo realidad a principios del siglo XX. El último emperador, Nicolás II, su familia y sus sirvientes fueron fusilados por los bolcheviques en el año 1918. El santo también predijo que Rusia resurgiría a partir del año 2003 y que volvería a ser una gran potencia mundial.
A unos cien años de esta fecha, en el año 1903, los jerarcas de la Iglesia ortodoxa rusa decidieron abrir la tumba de Serafín, que falleció en el año 1833 y estaba sepultado en el monasterio de Sarov. Se celebró la ceremonia de “recuperación de las reliquias”, en la que los restos óseos fueron descritos detalladamente y devueltos a su sepultura. A pesar del tiempo transcurrido tras el fallecimiento del monje, al monasterio de Sarov continuaban llegando peregrinos en búsqueda de consuelo físico y moral y al lado de la tumba ocurrían milagros con sanaciones súbitas de enfermos.
Para recibir y sentir en el corazón la luz de Cristo, hay que alejarse lo más posible de las acciones visibles. Luego de purificar el alma con la penitencia y obras de bien, y con una fe sincera en el Crucificado, cerrando los ojos, hay que sumergir la mente en el interior del corazón, clamar y llamar, sin cesar, el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Entonces, en la medida del esfuerzo y del ardor del espíritu hacia el Bienamado (Luc. 3:22), el hombre encuentra en el nombre invocado una dulzura que provoca sed de conocimiento superior.
En el año 1920 la tumba de Serafín de Sarov fue abierta y sus restos exhumados y enviados al Museo de Religión y Ateísmo, que se encontraba, primero, en Moscú y después en Leningrado (actual San Petersburgo). En 1990 en la catedral de Kazán, sede entonces del Museo de la Religión, fueron hallados en uno de los depósitos unos restos humanos sin identificar que no figuraban en el inventario del museo. Una comisión especial de expertos y del clero ruso comparó los restos óseos con la descripción que se hizo en el año 1903. Se llegó a la conclusión de que las reliquias olvidadas durante 70 años pertenecían al santo.
Los restos fueron devueltos a la Iglesia ortodoxa rusa y de nuevo descansan en la iglesia principal del monasterio de la Santísima Trinidad de Divéyevo, donde vuelven a ser el destino de numerosos peregrinos.
Desde septiembre del año 2007 Serafín de Sarov es además el santo patrón de los trabajadores de la industria militar atómica de Rusia. Su protección a este gremio se debe a que en la época soviética la ciudad de Sarov no existía oficialmente: fue excluida de todas las estadísticas e informes. Su nombre secreto era Arzamás-16 y ahí se fabricó en 1949 la primera bomba atómica de la URSS.