El anuncio de la Navidad
El Adviento se clausura el 24 de diciembre con una solemne Vigilia que, en la Liturgia, lo mismo que en la vida hogareña y social, es la sonrisa inicial del Divino Infante, y el primer repique del interminable campaneo que ha de estallar en la “Misa del Gallo”, al oír cantar a los Ángeles:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”.
Esta Vigilia es posterior a la fiesta de Navidad. A diferencia de todas las demás Vigilias, ésta es de alegría y de alborozo; no obstante que, por no infringir las leyes litúrgicas, no se usa todavía en la Misa “Gloria” ni los ornamentos blancos, y persiste la obligación del ayun0.
En el Oficio de la Mañana, en los coros de las catedrales y de los monasterios, se canta hoy con pompa inusitada la Kalenda o anuncio de la Navidad, según el Martirologio. El cantor, revestido de pluvial morado y entre ciriales encendidos, inciensa el libro, y comienza el cómputo en recto tono, pero muy solemne, hasta llegar al anuncio mismo del Nacimiento del Señor, en que sube de tono y cambia de melodía.
Reza así el anuncio:
“Habiendo transcurrido innumerables años desde la creación del mundo, cuando en el principio Dios creó el cielo y la tierra y formó al hombre a su imagen; pasados siglos y siglos desde que, tras el diluvio, el Altísimo puso en las nubes su arco como signo de alianza y paz; en el siglo veintiuno desde que Abraham, nuestro padre en la fe, salió de Ur de los Caldeos; transcurridos trece siglos desde que el Pueblo de Israel fue guiado por Moisés para salir de Egipto; cerca del año mil desde que David fue ungido rey; en la sexagésima quinta semana de la profecía de Daniel; en la centésima nonagésima cuarta Olimpíada; en el año setecientos cincuenta y dos desde la fundación de Roma; en el año cuadragésimo segundo del imperio del César Octaviano Augusto, estando todo el mundo en paz, Jesucristo, eterno Dios e Hijo del Eterno Padre, queriendo santificar el mundo por su advenimiento, fue concebido por obra del Espíritu Santo, y transcurridos nueve meses después de ser engendrado, en Belén de Judea nació de la Virgen María hecho hombre. La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo según la carne.”
Este anuncio de la Navidad del Señor, tan solemne y tan grandioso, se parece bastante al que hace el diácono el Sábado Santo, en el canto “Exúltet”, de la Pascua de Resurrección. ¡Lástima que a la casi totalidad de los cristianos se les pase hoy completamente desapercibido!
Al atardecer tienen lugar las primeras Vísperas de Navidad, donde el Salvador aparece como Rey pacífico y magnífico, que viene a tomar posesión de la tierra. “Levantad vuestras cabezas —dice la Antífona—, y ved que se acerca vuestra redención”. Sólo falta ya empezar Oficio de Noche Buena, cuyo Invitatorio dice textualmente: “Hoy nos ha nacido Cristo: venid, adorémosle”.