Las noventa y cinco tesis – Martín Lutero

Texto de las noventa y cinco tesis impreso en formato de pancarta en Núremberg en 1517 (actualmente en la Biblioteca Estatal de Berlín).

El Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias, más conocido como las noventa y cinco tesis, es una lista de proposiciones para un debate académico escrita por Martín Lutero —profesor de Teología en la Universidad de Wittenberg— en el año 1517, que dio comienzo a la Reforma protestante, un cisma en la Iglesia católica que cambió profundamente la historia europea. Las tesis promovían los argumentos de Lutero contra lo que él consideraba un abuso de la práctica del clero al vender indulgencias plenarias, certificados que, según las creencias católicas, reducen el castigo temporal del purgatorio por los pecados cometidos por los compradores o sus seres queridos.

En sus tesis, Lutero afirmaba que el arrepentimiento establecido por Cristo, por el que los pecados serían perdonados, implica un arrepentimiento espiritual interno en lugar de simplemente una confesión sacramental externa, es decir, con el sacerdote. Según él, las indulgencias incitaban a los cristianos a evitar el verdadero arrepentimiento y la aflicción por el pecado, creyendo que podían renunciar a estos comprando una indulgencia. Asimismo, indicó que las indulgencias desalentaban a los cristianos a dar a los pobres y realizar otros actos de misericordia, pues pensaban que los certificados de indulgencia poseían mayor valor espiritual. Aunque Lutero afirmó que sus argumentos sobre las indulgencias concordaban con los del papa, las noventa y cinco tesis desafiaron una bula papal del siglo xiv que establecía que el romano pontífice podía usar el «tesoro de méritos» y las buenas obras de los santos del pasado para perdonar el castigo temporal por los pecados. Las tesis se formularon como proposiciones para ser discutidas en debate académico en lugar de representar puntualmente las opiniones de Lutero; más tarde, este último aclaró sus puntos de vista en las Explicaciones del debate sobre el valor de las indulgencias (1518).

Lutero envió sus tesis anexadas a una carta al arzobispo elector de Maguncia, Alberto de Brandeburgo, el 31 de octubre de 1517, fecha que actualmente se considera el comienzo de la Reforma protestante y que se conmemora anualmente como el Día de la Reforma. Es posible que ese mismo día o a mediados de noviembre, Lutero también clavara un cartel con sus tesis en la puerta de la iglesia de Todos los Santos y otras parroquias en Wittenberg, de acuerdo con la costumbre de la universidad. Las tesis fueron reimpresas rápidamente, traducidas y distribuidas por todo el Sacro Imperio y el resto de Europa. Iniciaron una guerra de panfletos con el predicador de las indulgencias Johann Tetzel, quien difundió aún más la fama de Lutero. Los superiores eclesiásticos le juzgaron por herejía, proceso que culminó con una sentencia de excomunión en 1521. Aunque las tesis fueron el comienzo de la Reforma, Lutero no consideraba que las indulgencias fueran tan importantes como otros asuntos teológicos que dividirían posteriormente a la Iglesia. Su avance sobre esos temas llegaría más tarde, pero nunca vio la publicación de las tesis como el momento en el que sus creencias divergieron de las de la Santa Sede.

Contexto histórico

Martín Lutero, profesor de Teología en la Universidad de Wittenberg y predicador de la ciudad, ​ escribió las noventa y cinco tesis contra la costumbre contemporánea del clero de emitir indulgencias. En la Iglesia católica, por entonces prácticamente la única institución religiosa cristiana en la Europa Occidental, las indulgencias eran parte de la economía de la salvación. De acuerdo con este sistema, cuando los cristianos pecaban y se confesaban, eran perdonados y ya no recibían el castigo eterno en el infierno, aunque todavía podían estar sujetos a una pena temporal. Al parecer los penitentes podían cumplir este castigo realizando obras de misericordia. Si el castigo temporal no se cumplía en vida, debía ser satisfecho en el purgatorio, pero con una indulgencia este castigo temporal podría reducirse. ​ Los abusos en el sistema de indulgencias constituían una fuente de beneficios para el clero, mientras que el papa daba su sanción oficial a cambio de honorarios.

Según la doctrina católica, los papas tienen la facultad de otorgar indulgencias plenarias, que eximen al individuo de cualquier castigo temporal restante por los pecados; estos certificados eran comprados a nombre de personas cuyos familiares creían que estaban en el purgatorio. Esto llevó al dicho popular: «Tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando [fuera del purgatorio]». Los teólogos de la Universidad de París habían cuestionado esta afirmación a fines del siglo XV. Entre los críticos previos de las indulgencias estaba Juan Wiclef, quien negó que el papa tuviera autoridad sobre el purgatorio; Jan Hus y sus seguidores, que habían abogado por un sistema de penitencia más rígido, en el que las indulgencias no estaban disponibles; y Johannes von Wesel, que las había criticado duramente a fines del siglo xv. Los gobernantes políticos tenían interés en controlar las indulgencias porque las economías locales sufrían cuando los compradores abandonaban un territorio determinado en favor de otro. Otras veces, los mismos gobernantes buscaban recibir una porción de las ganancias o acceso a indulgencias prohibidas, como lo hizo el duque Jorge de Sajonia del electorado, de donde provenía Lutero.

En 1515, el papa León X otorgó indulgencia plenaria a los que hicieran donativos para financiar la construcción de la basílica de San Pedro en Roma. Se aplicaba a casi cualquier pecado, como el adulterio y el hurto; además, estipulaba que cualquier otra predicación indulgente debía cesar durante los ocho años en la que se hiciera la colecta. Los predicadores de indulgencias recibieron instrucciones estrictas sobre cómo se debía predicar el certificado de perdón y ser más laudatorios en sus rezos que con las indulgencias anteriores. Fue el fraile Johann Tetzel quien recibió el encargo de predicar y ofrecer la indulgencia en 1517; su campaña en ciudades cercanas a Wittenberg hizo que muchos aldeanos viajaran a esas poblaciones para comprarlas, ya que las ventas habían sido prohibidas en dicha ciudad y otras ciudades sajonas.

Para ese momento, Lutero sabía que las indulgencias se impartían en la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg. En esa parroquia, cuando se veneraba la gran colección de reliquias, se podía recibir una indulgencia. Lutero ya había predicado en 1514 contra el abuso de las indulgencias y la forma en que «abarataban» la gracia divina, en lugar de exigir un verdadero arrepentimiento. Lutero se preocupó especialmente en 1517 cuando sus feligreses, que volvían de comprar las indulgencias de Tetzel, afirmaban que ya no tenían que arrepentirse ni cambiar sus vidas para ser perdonados por sus pecados. Después de escuchar lo que Tetzel había dicho acerca de las indulgencias en sus sermones, Lutero comenzó a estudiar el tema con más detenimiento y contactó a expertos en el tema. Predicó sobre las indulgencias varias veces en 1517 y explicó que el verdadero arrepentimiento era mejor que la compra de una indulgencia ​que, de por sí, presuponía que el penitente ya había confesado y se había arrepentido, pues de lo contrario no valía nada. Además, un pecador verdaderamente arrepentido tampoco buscaría una indulgencia, porque amaba la justicia de Dios y deseaba el castigo interno de su pecado.​ Estos sermones aparentemente cesaron de abril a octubre de 1517, quizá porque Lutero escribía en ese tiempo sus noventa y cinco tesis. Compuso un Tratado sobre las indulgencias (Tractatus de indulgentiis), posiblemente a principios de septiembre de 1517; se trataba de un análisis cuidadoso y minucioso del asunto.​ También contactó por correspondencia a varios líderes de la Iglesia, como a su superior Hieronymus Schulz, obispo de Brandeburgo, en algún momento en o antes del 31 de octubre, cuando envió las tesis a Alberto de Brandeburgo, arzobispo elector de Maguncia.

Contenido

La primera tesis, la más conocida, dice: «Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo “Haced penitencia…” ha querido decir que toda la vida de los creyentes fuera penitencia». En las primeras tesis, Lutero desarrolló la idea del arrepentimiento como la lucha interna del cristiano contra el pecado en lugar del sistema externo de la confesión sacramental.2 Sostuvo que el papa solo podía liberar a la gente de las penitencias que él mismo había administrado —mediante el sistema de penitencias de la Iglesia— y nunca de la responsabilidad del pecado (tesis 5 a 7). También indicó que el papa solo está en poder de declarar y dar testimonio de que la responsabilidad de su pecado había sido remitida por Dios.​ Más adelante, desafió las creencias comunes sobre el purgatorio (tesis 14 a 29) y discutió la idea de que el castigo sufrido en él se comparaba con el miedo y la desesperación que sentían las personas moribundas (tesis 14 a 16).​ Lutero afirmó que no se podía decir nada definitivo sobre el estado espiritual de las personas en el purgatorio (tesis 17 a 24); además, negó que el papa tuviera algún poder sobre quienes están en él (tesis 25 y 26) y criticó la idea de que, al realizar el pago, el ser querido del comprador era liberado inmediatamente de la pena temporal del pecado (tesis 27 a 29). Lutero lo veía como una incitación a la avaricia pecaminosa y sostuvo que era imposible estar seguro de aquello, dado que solo Dios tiene la autoridad suprema para perdonar las penitencias en el purgatorio.

Martin Lutero publicando sus 95 tesis en 1517 pintura de Ferdinand Pauwels

Profundizando en este punto, señaló la falsa certeza que los predicadores de indulgencias ofrecían a los cristianos (tesis 30 a 34). Según Lutero, como nadie sabe si una persona se arrepiente de verdad, una carta que le aseguraba el perdón era peligrosa. También asestó un golpe a la idea de que un certificado de perdón hacía innecesario el arrepentimiento (tesis 35 y 36). Con esto, Lutero arguyó que la persona verdaderamente arrepentida, que solo podía beneficiarse de la indulgencia, ya había recibido el único beneficio que esta le proporcionaba. Asimismo, los cristianos realmente arrepentidos ya han sido perdonados de la pena y culpa del pecado.​ Lutero afirmó que las indulgencias no eran necesarias para que los cristianos pudieran recibir todos los beneficios provistos por Cristo (tesis 37) y que incluso hacían que el verdadero arrepentimiento fuera más difícil (tesis 39 y 40). Según él, el auténtico arrepentimiento requería que Dios estableciese el castigo del pecado, pero las indulgencias enseñaban que se podía evitar el castigo, ya que ese es el propósito de comprarlas.

Lutero criticó las indulgencias sobre la base de que desalentaban las obras de misericordia de quienes las compraban (tesis 41 a 47). Estas proposiciones comienzan con las palabras «Debe enseñarse a los cristianos que…», con las que expresaba cómo creía que las personas deben ser instruidas sobre el valor de las indulgencias. Según Lutero, se les debía enseñar que dar a los pobres es incomparablemente más importante que comprar indulgencias, que adquirir una en lugar de dar a los pobres podía indignar a Dios y que por «la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor» que quien compra un certificado de perdón.​ Más adelante, Lutero se puso del lado del papa e indicó que si el romano pontífice supiera lo que se estaba predicando en su nombre preferiría que la basílica de San Pedro fuera destruida por el fuego antes que «construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas» (tesis 48 a 52).​ Igualmente se quejaba de las restricciones de predicación mientras se ofrecía la indulgencia (tesis 53 a 55).

En las tesis 56 a 66, Lutero opinaba sobre la doctrina del «tesoro de méritos», en la que se basa el concepto teológico de las indulgencias. Afirmaba que los cristianos indoctos no entendían la doctrina y, por tanto, estaban siendo engañados. Para Lutero, el verdadero tesoro de la Iglesia es el evangelio de Jesucristo.3 Este tesoro tendía a ser odiado porque hacía que «los primeros sean postreros»,​ parafraseando a Mateo 19,30 y 20,16.32​ Lutero usó metáforas y juegos de palabras para describir los tesoros del evangelio como «redes para atrapar a personas ricas», mientras que los tesoros de indulgencias eran «redes para atrapar la riqueza de los hombres».

Asimismo, discutió los problemas sobre la forma en que se predicaban las indulgencias (tesis 67 a 80), tal como lo había escrito en la carta al arzobispo elector Alberto. Según su testimonio, los predicadores estaban promoviendo las indulgencias como la mayor de las gracias posibles de la Iglesia, pero en realidad solo fomentaban la codicia. Señalaba que a los obispos se les había ordenado ofrecer reverencia a los predicadores de indulgencias que ingresaban a su jurisdicción, pero también los acusaba de apartar al pueblo de los predicadores que sermoneaban contra de las intenciones del papa.​ Más adelante, se opuso a la creencia supuestamente propagada por los predicadores de que la indulgencia podría perdonar a alguien que hubiera ultrajado a la Virgen María. Sobre esto, Lutero declaró que estos certificados de perdón no podían quitar la culpa del más leve de los pecados veniales y calificó otras supuestas declaraciones de los predicadores de indulgencias como blasfemias: que «Pedro no podría haber otorgado una gracia mayor», que estas y que la indulgencia «con las armas papales llamativamente erecta» era tan digna como la cruz de Cristo.

Lutero enumeró en las tesis 81 a 91 varias críticas presentadas por laicos contra las indulgencias. En lugar de formular sus propios cuestionamientos, los presentó como preguntas difíciles que sus feligreses le hacían: «¿Cómo debería responder a los que preguntan por qué el papa no vacía simplemente el purgatorio si está en su poder?», «¿Qué debería decir a los que preguntan por qué las misas de aniversario para los difuntos, que fueron por el bien de los que están en el purgatorio, continuaron para aquellos que habían sido redimidos por una indulgencia?». Lutero afirmó que a algunos les parecía extraño que «personas piadosas» en el purgatorio pudieran ser redimidas por personas impías. También formuló la pregunta de por qué el papa, que es muy rico, requiere dinero de creyentes pobres para construir la basílica de San Pedro. Concluyó que ignorar estas cuestiones implicaba el riesgo de permitir que la gente ridiculizara al papa.​ Apelando al interés financiero del romano pontífice, Lutero afirmó que si los predicadores limitasen su sermón de acuerdo con sus proposiciones sobre las indulgencias —que según él también era la posición del papa—, las objeciones dejarían de ser relevantes.​ Lutero cerraba sus tesis exhortando a los cristianos a imitar a Cristo —incluso si esto implicaba dolor y sufrimiento— y aseverando que perdurar en el castigo y entrar al cielo es preferible a la falsa certeza.

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