Mártires ingleses de la Época de la Reforma
La reforma anglicana había puesto fin al gobierno católico en Inglaterra, afianzando la supremacía real sobre la Iglesia de Inglaterra y disolviendo algunas instituciones eclesiásticas, como monasterios y capellanías. 1547 fue un año importante para la reforma anglicana al acceder al trono Eduardo VI, primer monarca protestante. El rey murió a los 15 años de edad, subiendo al trono su sobrina Juana Grey, también protestante, quien sería depuesta nueve días después, el 19 de julio de 1553, por la medio hermana católica de Eduardo, María Tudor.
En 1553 la relación entre la Iglesia anglicana y Roma fue restaurada con la subida al trono de María I. Su derogación de todas las políticas religiosas de Eduardo VI dejó a los protestantes tres opciones: el exilio, la conversión o la muerte. Los protestantes se opusieron a las acciones de la reina, con muchos de ellos exiliándose y varios cientos de disidentes muriendo en la hoguera, lo que le valió el apelativo de «María la sanguinaria» («Bloody Mary»). Se cree que al menos 284 personas fueron ejecutadas por motivos religiosos durante las persecuciones, siendo 56 de ellas mujeres, mientras que 34 murieron en prisión.
Las también llamadas «persecuciones marianas» empezaron con cuatro clérigos protestantes, ofreciendo la obra El libro de los mártires un registro de las ejecuciones, las cuales se extendieron más allá del objetivo inicial (el alto clero). Numerosos comerciantes fueron igualmente quemados en la hoguera así como hombres y mujeres casados y gente joven, muriendo en la hoguera en al menos una ocasión una pareja y su hija. La cifra de 300 víctimas en las persecuciones marianas fue aportada por Foxe y, posteriormente, por Thomas Brice en su poema The Regester.
Pese a lo sangriento de las persecuciones, las acusaciones de herejía eran asuntos de carácter legal, siendo los juicios presididos por obispos adheridos a un estricto protocolo legal bajo el Consejo Privado (siendo el más notable Edmund Bonner) y con el beneplácito del parlamento. María tuvo dificultades a la hora de formar un Consejo eficiente, el cual llegó a contar con más de 40 hombres y nunca llegó a funcionar como fuente de asesoramiento político, aunque sí como fuerza policial y refuerzo de la uniformidad religiosa. Durante la sesión que restauró el poder del papa el parlamento reinstauró también las leyes de herejía; desde el 20 de enero de 1555, Inglaterra estuvo en poder de castigar legalmente a aquellos juzgados y declarados culpables de herejía contra la Iglesia Católica.
Este hecho supuso una forma de establecer la culpabilidad o inocencia de los acusados de herejía en un juicio abierto (un proceso en el que las autoridades laicas empleaban el reclamo «ovejas descarriadas» y sentaban a la vez un precedente para la enseñanza católica). Si el acusado era declarado culpable, primero se lo condenaba a la excomunión, siendo posteriormente entregado a las autoridades seculares para ser ejecutado. Los registros oficiales de los procesos judiciales se limitan, entre otros, a acusaciones formales y sentencias; los documentos en los que se basaron los historiadores en lo referente al contexto y detalles de los juicios fueron los escritos por los propios acusados o sus partidarios.
Antes de la subida de María al trono, Foxe, uno de los pocos clérigos de su época que estaba en contra de ejecutar en la hoguera incluso a los herejes más obstinados, se había aproximado al Real Capellán y predicador protestante John Rogers para interceder por Joan Bocher, una mujer anabaptista sentenciada a morir quemada en 1550, si bien Rogers rechazó ayudarla debido a que estaba a favor de la quema de herejes, declarando que dicho método de ejecución era «bastante leve» en comparación con el grave crimen que suponía la herejía. Irónicamente, en cuanto María asumió el poder y restauró el catolicismo en Inglaterra, Rogers habló con vehemencia en contra del nuevo orden, motivo por el que fue acusado herejía y quemado en la hoguera.
En el transcurso de las persecuciones, Foxe elaboró una lista compuesta por 312 personas que fueron quemadas o ahorcadas por motivos religiosos o murieron o enfermaron en prisión: tres de ellas fueron conmemoradas con un memorial gótico en Oxford, aunque hay numerosos memoriales repartidos por toda Inglaterra.