Juliana de Norwich (1342-1416)
Nació en Norwich, Inglaterra, alrededor de 1342, y poco se sabe sobre la primera etapa de su vida, ni siquiera su nombre. Cuando se convirtió en una anacoreta (una mujer que se retira de la vida secular con fines religiosos), tomó el nombre de «Juliana», porque su celda fue construida en la pared de la iglesia de San Julián de Norwich. Originalmente, se cree que la iglesia fue nombrada, ya sea por san Julián el Hospitalario o san Julián de Le Mans.
A la edad de 30 años, Juliana sufrió una grave enfermedad, y en su lecho de muerte experimentó una serie de visiones de Cristo, o «manifestaciones». Cuando se recuperó, escribió un libro acerca de esas visiones, Revelaciones del Amor Divino, que también se le ha conocido como el Texto Corto. Este sigue siendo el libro más antiguo conocido escrito en inglés por una mujer. Varias décadas más tarde, ella comenzó a trabajar en un segundo libro, explorando más a fondo el significado de sus visiones, y se conoce como el Texto Largo. El libro incluye la frase más famosa de Juliana: «Todo irá bien, y todo irá bien y todas las cosas estarán bien», palabras que le fueron dichas por Dios en una de sus visiones.
Dios es nuestra Madre
“Es una característica de Dios hacer que el bien venza el mal.
Por tanto, Jesucristo, que opuso venció también El, con el bien, el mal; es nuestra verdadera Madre: nosotros recibimos nuestro “Ser” de El – y aquí inicia Su Maternidad – y con ella la dulce Protección y Custodia del Amor que nunca dejará de circundarnos.
Como es verdad que Dios es nuestro Padre, así es verdad que Dios es nuestra Madre.
Y esta verdad El me la mostró en todas las cosas, pero especialmente en aquellas dulces palabras cuando dice: «Yo soy el que soy».
Es como decir, yo soy la Potencia y la Bondad del Padre; yo soy la Sabiduría de la Madre; yo soy la Luz y la Gracia que es amor beato; yo soy la Trinidad; yo soy la Unidad, yo soy la soberana Bondad de todas las cosas, yo soy Aquél que te hace amar, yo soy Aquel que te hace desear, yo soy la satisfacción infinita de todos los verdaderos deseos. (…)
Nuestro altísimo Padre, Dios omnipotente, que es el Ser, nos conoce y nos ama desde siempre: en un tal conocimiento, por Su maravillosa y profunda caridad y por el consenso unánime de toda la Trinidad beata, Él quiso que la Segunda Persona fuese nuestra Madre, nuestro Hermano, nuestro Salvador.
Es por tanto lógico que Dios, siendo Padre nuestro, sea también nuestra Madre. El Padre nuestro quiere, la Madre nuestra opera y nuestro buen Señor, el Espíritu Santo, confirma; por esto, a nosotros nos conviene amar a nuestro Dios, en el que tenemos el Ser, darle gracias reverentemente y alabarlo por habernos creado, y rezar ardientemente a nuestra Madre para obtener misericordia y piedad, y rezar a nuestro Señor, el Espíritu Santo, para obtener ayuda y gracia.
Y vi con completa certeza que Dios, antes de crearnos, nos ha amado, y Su amor nunca ha disminuido, y nunca lo hará. En este amor Él ha hecho todas Sus obras, y en este amor El hace que todas las cosas sean para nuestro provecho; y en este amor nuestra vida es eterna.
En la creación hemos tenido un inicio, pero el amor con el que Él nos ha creado estaba en El desde siempre: y en este amor nosotros tenemos nuestro inicio.
Y todo ello nosotros lo veremos en Dios, eternamente”.
De las “Revelaciones del Amor Divino” de Juliana de Norwich
Como anacoreta, Juliana vivió una vida solitaria, sin dejar nunca su celda. Le llevaban las comidas, y mantuvo un pequeño jardín cerrado por una pared alta. La celda tenía dos ventanas, una hacia la iglesia y la otra hacia la calle. Juliana se hizo conocida en Inglaterra por el asesoramiento espiritual que allí ofrecía. Aparte de escuchar a través de una ventana con cortinas a los que venían a pedir consejo, vivía en completo aislamiento, a pesar de la creencia popular de que tenía un gato, y en el arte se la representa a menudo con su gato.
Juliana es considerada la primera mujer católica en escribir largo y tendido acerca de Dios como madre. Sus ideas profundas hablan poderosamente hoy tanto a las mujeres como a las personas queer creyentes. «Tan cierto como que Dios es nuestro Padre, Dios es también nuestra Madre», escribió Juliana.
La divinidad femenina es sólo una de las muchas revelaciones que han hecho que Juliana sea querida por el público. Juliana también utiliza objetos de la vida cotidiana para ilustrar la naturaleza amorosa y misericordiosa de Dios. Por ejemplo, en una visión Dios le muestra a Juliana un objeto pequeño como una avellana en la palma de su mano. Juliana escribe:
«Lo miré y pensé: «¿Qué puede ser esto?» Y la respuesta vino a mí: «Es todo lo hecho». Me preguntaba cómo podía durar, porque era tan pequeño que pensé que de pronto podría desaparecer. Y la respuesta en mi mente fue: «Perdura y perdurará para siempre porque Dios lo ama, y de la misma manera todo existe por el amor de Dios».
Juliana nunca fue canonizada formalmente, sin embargo es considerada una santa por la devoción popular. La celda de Juliana ubicada en la Iglesia de San Julián, en Norwich, es visitada por peregrinos de todo el mundo.