
En el corazón de la Ciudad Eterna, donde la historia resuena en cada adoquín, se alza la Iglesia de Todos los Santos, un testimonio de la presencia anglicana en Roma. Su historia comienza a finales del siglo XIX, una época en la que Roma experimentaba una transformación significativa tras la unificación de Italia.
El Nacimiento de una Comunidad:
A medida que Roma se abría a nuevas influencias, la comunidad anglicana, compuesta principalmente por británicos y estadounidenses, buscaba un lugar de culto propio. Hasta entonces, se reunían en lugares temporales, pero la necesidad de un espacio permanente se hizo evidente.
La Construcción de un Legado:
El arquitecto elegido para dar vida a este sueño fue George Edmund Street, un maestro del estilo neogótico. Su visión se materializó en una iglesia de ladrillo rojo, un contraste llamativo con los tonos cálidos de los edificios romanos circundantes. Los detalles en travertino, la piedra que ha dado forma a tantos monumentos de la ciudad, añadieron un toque de elegancia clásica.
Un Centro de Vida y Cultura:
Desde su consagración, la Iglesia de Todos los Santos se convirtió en un faro para la comunidad anglicana en Roma. Más allá de los servicios religiosos, sus puertas se abrieron a eventos culturales, conciertos y óperas, enriqueciendo la vida de la ciudad.
Tiempos de Cambio:
La aguja de la iglesia, un símbolo de su presencia en el horizonte romano, se añadió en 1937. A lo largo de los años, la Iglesia de Todos los Santos ha sido testigo de los cambios que han moldeado a Roma y al mundo, pero su esencia ha permanecido intacta.
Un Puente entre Culturas:
Hoy, la Iglesia de Todos los Santos sigue siendo un lugar de encuentro, un puente entre la tradición anglicana y la rica herencia romana. Sus muros han albergado oraciones, música y conversaciones, creando un espacio donde las culturas se entrelazan.
Un Legado Vivo:
Al caminar por Via del Babuino, la calle que alberga esta joya arquitectónica, uno no puede evitar sentir la conexión entre el pasado y el presente. La Iglesia de Todos los Santos es un recordatorio de que Roma, una ciudad de capas históricas, siempre ha sido un lugar de encuentro para personas de diferentes orígenes y creencias.