1 de junio 2025
Evangelio de Juan 17. 20-26: séptimo domingo de Pascua
No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Reflexión
Un ruego por la unidad que transforma el mundo
Este pasaje del Evangelio es como una ventana a la oración más íntima de Jesús con su Padre, y lo sorprendente es que está orando por nosotros, por todos los que creemos en él. Su deseo más profundo es que estemos todos unidos, de la misma forma que él y el Padre lo están.
Me hace pensar, ¿por qué le preocupa tanto a Jesús nuestra unión? Él mismo lo explica: «para que el mundo crea que tú me has enviado». Nuestra unidad no es solo para llevarnos bien entre nosotros; es una señal poderosa para el mundo que nos rodea. Cuando la gente ve que, a pesar de nuestras diferencias, nos mantenemos unidos por el amor de Cristo, eso puede hacerles pensar: «Quizás hay algo real en todo esto». Es una forma de mostrarle a la gente que Dios existe y nos ama con un amor inmenso, el mismo amor que tiene por Jesús.
Jesús también nos habla de la gloria que nos ha dado. No es la gloria de la fama o de las cosas materiales. Es la gloria de esa conexión especial con el Padre, de sentirnos parte de esa relación tan profunda que ellos tienen. Y pensar que este amor ya existía «antes de que el mundo fuera creado»… ¡Es algo realmente asombroso!
Al final, Jesús nos dice que él nos ha mostrado cómo es Dios Padre, y que seguirá haciéndolo, para que ese mismo amor de Dios viva en nosotros y él mismo esté presente en nuestras vidas. Es como una invitación a una relación muy personal y cercana con Dios, donde su amor nos impulsa a vivir esa unidad tan necesaria en el mundo de hoy.
¿Qué paso sencillo puedo dar hoy, en mi día a día, para contribuir a esa unidad que Jesús tanto deseaba, y así dejar que el amor de Dios se manifieste a través de mí? Feliz y bendecido domingo.
Feliz y bendecido domingo.
J. Carlos López