La Palabra de Dios
Evangelio Juan 3. 14-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
Evangelho João 3. 14-21
Naquele tempo, disse Jesus a Nicodemos: «Do mesmo modo como Moisés levantou a serpente no deserto, assim é necessário que o Filho do Homem seja levantado, para que todos os que nele crerem tenham a vida eterna. Pois Deus amou tanto o mundo, que deu o seu Filho unigênito, para que não morra todo o que nele crer, mas tenha a vida eterna. De fato, Deus não enviou o seu Filho ao mundo para condenar o mundo, mas para que o mundo seja salvo por ele. Quem nele crê, não é condenado, mas quem não crê, já está condenado, porque não acreditou no nome do Filho unigênito. Ora, o julgamento é este: a luz veio ao mundo, mas os homens preferiram as trevas à luz, porque suas ações eram más. Quem pratica o mal odeia a luz e não se aproxima da luz, para que suas ações não sejam denunciadas. Mas quem age conforme a verdade aproxima-se da luz, para que se manifeste que suas ações são realizadas em Deus.
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión del Evangelio Francis Ortiz, guardián de san Jorge
Con este texto seguimos en el tiempo de la Cuaresma, en preparación de esos cuarenta días hasta la Pascua. Nuestro saboreo espiritual esta vez nos viene de la mano de Juan.
En el diálogo con Nicodemo el fariseo vemos que la aceptación del Nazareno debe ser mucho más que el reconocimiento de sus obras extraordinarias. El Hijo del hombre es en realidad el principio último para el discernimiento y el juicio, el Revelador del padre, procedente del mundo de arriba. Para aceptarlo así es necesario nacer de nuevo del agua y del Espíritu (Ruha en hebreo). En esta suerte de iniciación se es de nuevo engendrado por el Señor o bien abrirse plenamente a la acción del Espíritu.
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna»
En el evangelio de Juan hay muy poco de la tradición. No se dedica a reunir anécdotas y fragmentos, y tampoco se ocupa tanto de narrar como de enseñar. Su juicio sobre la actitud de los fariseos es muy negativo, pues ya en su tiempo el judaísmo farisaico es hostil a los cristianos. En cambio Juan tiene una afinidad peculiar con la comunidad de los esenios de Qumrán.
Sin duda Juan es el evangelós espiritual, el amado. Su lenguaje es simbólico y abundan palabras como vida, verdad, Luz, agua, hora. Es por ello que leemos verdaderas delicias como: “la Luz vino al mundo”. La aspiración a un mejor desarrollo espiritual de los hombres se define como “luz”. Es en este sentido un concepto que Juan comparte con el gran metafísico Ibn ‘Arabi.
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“Aquel que actúa conforme a la verdad se acerca a la Luz”
La Colecta:
Padre bondadoso, cuyo bendito Hijo Jesucristo descendió del cielo para ser el pan verdadero que da vida al mundo: danos siempre este pan, para que él viva en nosotros y nosotros en él; quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.