La Palabra de Dios
Evangelio según Marcos 8.31-38
Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.
Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
Pero él les mandó que no dijesen esto de él a ninguno.
Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle.
Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
Reflexión
Hoy nos ofrece la reflexión de la Palabra, Jacob van Etten
El final de este camino es el amor
Poco a poco los discípulos empezaron a darse cuenta de que Jesús es una persona extraordinaria. Pedro es el discípulo de Jesús que pronuncia el primer Credo de la historia: “Tu eres el Cristo”. Jesús les explica que significa ser Cristo. Para Jesús, es inevitable que el Cristo sufra.
Pedro protesta. Para él, el sufrimiento no es necesario. Tiene que haber atajos. La respuesta de Jesús es sorprendente. No le contesta directamente. Jesús ve una realidad espiritual que los demás no habían percibido. Se da la vuelta y ordena a Satanás que desaparezca.
Jesús ve una tentación diabólica en lo que Pedro le ha dicho. No debate con él, se dirige a los demás discípulos. Tal vez, seguir debatiendo solo le hubiera dado más poder. Jesús reconoce que el mal se puede apoderar incluso del discípulo que más parecía entender. El mal nos puede envolver de tal manera que nos quita el entendimiento espiritual que necesitamos. Para ver con claridad, es necesario primero escuchar a Jesús.
Jesús dice que su camino involucra sufrimiento. Pero ¿por qué es necesario el sufrimiento? Aquí muchos se equivocan y piensan que Jesús tiene que someterse a un castigo de Dios. Pero esa no es la razón. El sufrimiento como tal no le sirve a Dios para nada. La maldad no tiene ningún sentido en sí. Otros dirán que el sufrimiento es irreal o que solo proviene de nuestro aferro a las cosas de este mundo. Para Jesús, estas ideas también son erróneas. Reconoce plenamente la realidad del mal. Conoce el dolor de los enfermos, el duelo de los que han perdido un ser querido. Percibe la fuerza del mal como algo que es tan real y tan cercano que no duda en llamar Satanás a su propio discípulo Pedro.
La misión de Jesús es rescatar a la humanidad de esa fuerza del mal. La única vía para eso es mostrar plenamente el carácter de Dios. No consiste en enfrentar el mal con otro mal y tampoco en robar el poder de una forma humana. Ese no es el carácter de Dios. La tentación diabólica es tratar de rescatar a la humanidad tomando esos atajos. Pero Jesús es como alguien que no duda en saltar al agua, detrás de la humanidad que se está ahogando. Sin sumergirse en el agua, no nos podrá rescatar.
Dios es amor. Jesús es la expresión más plena de ese amor que conocemos. Su bondad divina atrae no solo a los que aman a Dios, sino también a las personas y poderes espirituales que van a querer aprovecharse de esa bondad mientras puedan. El mal es un parásito que necesita la bondad para sobrevivir. Como Jesús vive el amor hasta las últimas consecuencias, más adelante en la historia habrá un encontronazo final entre su bondad radical y la maldad de este mundo. Por eso, el sufrimiento es necesario. No porque Jesús lo busca como destino final, sino porque lo tiene que atravesar en su camino.
El final de este camino es el amor. El destino de este mundo, la razón por la que existe, es el amor de Dios, presente en toda su creación. Sin eso, la vida no es vida. No tiene sentido buscar atajos si pierdes el destino de vista. Pierdes la vida misma. Si ignoramos que la bondad y el amor de Jesús nos muestran directamente el carácter de Dios, nos sorprenderemos cuando Dios nos salga al encuentro.
El sentido de nuestras vidas es ser parte del amor de Dios. Amando y siendo amado. En ese amor incluso el sufrimiento recibe su significado. Deseo que Dios nos ayude a ver con claridad espiritual el sentido de todas las cosas que encontremos en nuestro camino.