Voto femenino: 90 años
Hoy, 1 de octubre de 2021 conmemoramos el 90 aniversario del sufragio femenino en España.
En 1931 las cosas no eran nada fáciles para las mujeres: la sociedad era totalmente patriarcal, y el único trabajo de la mujer, sin apenas reconocimiento, ni político ni social, era aquello de ser el ángel de la casa, con los mismos derechos que un menor de edad, dado que las mujeres, en cosas tan simples como abrir una cuenta bancaria, cobrar un salario o vender una casa de su propiedad, necesitaba la firma de su padre, su esposo o su hermano.
Si tenéis la curiosidad de leer el diario de sesiones del parlamento de aquel famoso debate de 1931 y los tremendos comentarios de esos señores diputados en contra de que la mujer pudiera votar como una ciudadana en igualdad, seguro que quedaríais horrorizadas.
La activista que defendió el voto femenino a ultranza, representante de tantas mujeres que a lo largo de varios siglos intentaron tener los mismos derechos que el hombre, fue Clara Campoamor, la cual, pagó un alto precio social político y personal, por defender lo que es justo e igualitario.
Es indignante constatar, como la mujer, a lo largo de la historia, ha sido silenciada, invisibilizada y olvidada a cualquier nivel; cómo, esta manera de avanzar en derechos y nuevamente retroceder sistemáticamente, nos empodera y nos devuelve a la edad media sin que podamos pararlo.
Silenciadas están tantas mujeres luchadoras, primeras cristianas, silenciadas madres, hijas, ocultado su trabajo, sus obras, sus escritos…
Las democracias se construyeron considerando a las mujeres como ciudadanas de segunda y esa fórmula les fue bien a políticos y religiosos. Tuvieron que llegar mujeres luchadoras fuera de lo común: ellas hicieron huelgas, movilizaciones y lucharon centímetro a centímetro por los derechos de la mujer, que en realidad son derechos para todos.
Las religiones en general y el cristianismo en particular, no se han caracterizado por dar igualdad a la mujer, sino todo lo contrario.
¡Es extraño escribir este post en un blog Carmelita, y además anglicano!
Lo cierto es que mandar a la mujer al ostracismo, por parte de ese perfil de hombres religiosos que, hasta en un momento dado, llegaron a tener un concilio para decidir si nosotras teníamos alma o no, y que por poco salió que sí, no deja de ser en sí mismo una filosofía anticristiana.
Por más que teólogos, religiosos y biblistas preparen argumentos para colocarnos donde ellos consideran adecuado, resulta que les guste o no les guste, ¡somos la mitad de la humanidad! Y, además, fundamentales para que la evolución del ser humano continúe.
Cada vez que las mujeres tratan de mejorar en derechos, hace 90 años luchando por el voto, hoy, por qué no nos violen, que no nos acosen, que nos dejen decidir sobre nuestro cuerpo, que tengamos el mismo salario, que cuando hablamos no vean qué ropa llevamos sino lo que decimos, que no somos brujas cada vez que opinamos diferente a ese perfil de hombres machistas y racistas llenos de prejuicios y frustraciones, siempre hay corrientes y lobbies misóginos que ponen piedras en nuestro camino para no dejarnos avanzar.
Felizmente, tanto esta modesta congregación, como la parte más avanzada de la comunión anglicana, dan un lugar, un espacio, una dignidad a la mujer en la iglesia y en la manera de entender el cristianismo.
El que una mujer pueda llegar a ser presbítera, obispa, que forme parte activa en las universidades de teología aportando su versión del mundo para equilibrar el modo de entender a Dios, es una satisfacción para todos los que creemos en la igualdad, la libertad, ¡en un mundo mejor!
Sí, queda mucho por hacer, pero todos, hombro con hombro lo conseguiremos.
La libertad se aprende ejerciéndola
Clara Campoamor
Texto: Salvi Melguizo